Cat people or dog people / Personas de gatos o personas de perros (eng-esp)

@abelarte · 2025-08-18 05:31 · Holos&Lotus

Hello, friends of Holos & Lotus.

I've always been one of those who believe that extremes, by nature, end up being harmful. Life seems to insist on reminding us that the point of harmony isn't at opposite poles, but somewhere in between.
Sometimes it's not even in the middle, but close to it.
There, where the virtues of each side complement each other. A perfect metaphor to understand this is the classic distinction between cat people and dog people.
Each has admirable characteristics, but also traits that, taken to excess or in certain situations, can become negative.
Reflecting on this, I've come to the conclusion that the ideal is to learn to be a bit of both.

Let's look, for example, at the appeal (and dangers) of being a cat person*.

A few months ago, I adopted a pair of kittens. Since then, I've come to know what cat love is, and to love and understand them.
I partially identify with the characteristics of "cat people": independence, introspection, for example.

A cat doesn't need validation. Nothing like that. It validates itself! It's self-sufficient, observant, and master of its own space. There's something admirable about that attitude. In my life, I've valued those moments of creative solitude, when I don't depend on anyone else for peace or inspiration.

But I also recognize that, in excess, these qualities can become flaws. Independence can turn into isolation; self-sufficiency into a reluctance to ask for help when needed; reserve into emotional coldness. I've noticed myself sometimes becoming too withdrawn in my thoughts, avoiding deep connections for fear of losing my autonomy. A cat can be free, but also lonely.

On the other hand, I also identify with the warmth and excessive affection of dog people.

Before adopting my cats, I always considered myself a dog person because of their unconditional loyalty, their contagious energy, their ability to live in the present. A dog doesn't calculate; it loves, protects, and gives without reservation. I've always tried to emulate that generosity, that ability to connect with others without fear of rejection. There's a beauty in the way a dog celebrates life, without worrying about what others might say, and I love it. They feel good surrounded by people, their family, and loved ones.

However, I've also seen the dangers of this extreme. Loyalty can turn into dependency; spontaneity into impulsiveness; approval-seeking into a constant need for external validation.
I've caught myself, at times, neglecting my own needs to please others, or acting without reflection solely out of a desire to please. A dog can be loving, but also neglect itself.

So, why choose one? Why not be both?

The truth is that neither absolute independence nor total dedication is sustainable. The ideal, I believe, is to learn to balance both.

I can enjoy my space and autonomy, but also allow myself to be vulnerable, ask for help when I need it, and cultivate deep relationships. Like a cat that occasionally lets itself be petted.
I can be generous but not neglect myself. I can be warm and loyal but not forget my own limits. A dog that knows when to stop, when to say "no" so as not to burn out.
I can take my time to analyze things, but without overthinking them. I can also act with passion, but without impulsiveness.

Deep down, cats and dogs teach us something valuable: life isn't black and white. There are times to be reserved and times to be expansive; situations that require calm and others that call for enthusiasm.

Ultimately, labeling yourself as a cat person or a dog person is limiting. We are complex, ever-changing, and capable of adaptation. Today I may need feline serenity to work on a project; tomorrow, canine energy to support a friend.

Balance doesn't mean diluting yourself in mediocrity, but rather integrating the best of both worlds. As a man, I've learned that strength lies not in denying my contradictions, but in embracing them: being tender without ceasing to be firm, sociable without losing my essence, free without renouncing love.

Perhaps this is where true maturity lies: in stopping seeing life as extremes and starting to experience it as a constant dance between opposites that, in the end, complement each other. After all, even cats and dogs learn to live together.


Versión en español


Hola, amigos de Holos & Lotus.

Siempre he sido de los que piensan en que los extremos, por naturaleza, terminan siendo dañinos. La vida parece insistir en recordarnos que el punto de armonía no está en los polos opuestos, sino en algún lugar intermedio.
A veces ni siquiera está en el medio, sino cercano a él.
Allí, donde las virtudes de cada lado se complementan. Una metáfora perfecta para entender esto es la clásica distinción entre personas de gatos y personas de perros.
Cada una tiene características admirables, pero también rasgos que, llevados al exceso o en ciertos situaciones, pueden volverse negativos.
Al reflexionar sobre esto, he llegado a la conclusión de que lo ideal es aprender a ser un poco de ambos.

Veamos, por ejemplo, el atractivo (y los peligros) de ser una persona de gatos*.

Hace algunos meses adopté a un par de gaticas. A partir de entonces he conocido lo que es amor de gatas y a quererlas y entenderlas.
Me identifico en parte con las características de las "personas de gatos": la independencia, la introspectión, por ejemplo.

Un gato no necesita ser validado. Nada que ver. ¡El se valida solo! Es autosuficiente, observador y dueño de su propio espacio. Hay algo admirable en esa actitud. En mi vida, he valorado esos momentos de soledad creativa, en los que no dependo de nadie más para encontrar paz o inspiración.

Pero también reconozco que, en exceso, estas cualidades pueden convertirse en defectos. La independencia puede volverse aislamiento; la autosuficiencia, resistencia a pedir ayuda cuando se necesita; la reserva, frialdad emocional. He notado en mí mismo cómo, a veces, me encierro demasiado en mis pensamientos, evitando conexiones profundas por miedo a perder mi autonomía. Un gato puede ser libre, pero también solitario.

Por otro lado, también me identifico con la calidez y los excesos de afecto de las personas de perros.

Antes de adoptar a mis gatas, siempre me creí una persona de perro por la lealtad incondicional, la energía contagiosa, su capacidad para vivir en el presente. Un perro no calcula; ama, protege y se entrega sin reservas.
Siempre he tratado de emular esa generosidad, esa capacidad de conectar con los demás sin miedo al rechazo. Hay una belleza en la forma en que un perro celebra la vida, sin preocuparse por el qué dirán y que a mí me encanta. Se sienten bien rodeados de personas, de su familia y seres queridos.

Sin embargo, también he visto los peligros de este extremo. La lealtad puede convertirse en dependencia; la espontaneidad, en impulsividad; la búsqueda de aprobación, en necesidad constante de validación externa.
Me he sorprendido, en ocasiones, descuidando mis propias necesidades por complacer a otros, o actuando sin reflexión solo por el deseo de agradar. Un perro puede ser amoroso, pero también descuidarse a sí mismo.

Entonces, ¿Por qué elegir una? ¿Por qué no ser ambas cosas?

La verdad es que ni la independencia absoluta ni la entrega total son sostenibles. Lo ideal, creo, es aprender a balancear ambas.

Puedo disfrutar de mi espacio y mi autonomía, pero también permitirme ser vulnerable, pedir ayuda cuando lo necesito y cultivar relaciones profundas. Como un gato que ocasionalmente, se deja acariciar.
Puedo ser generoso pero sin descuidarme. Puedo ser cálido y leal, pero sin olvidar mis propios límites. Un perro que sabe cuándo parar, cuándo decir "no" para no agotarse.
Puedo tomarme mi tiempo para analizar las cosas, pero sin sobre pensarlo demasiado. También actuar con pasión, pero sin impulsividad.

En el fondo, los gatos y los perros enseñan algo valioso: la vida no es blanco o negro. Hay momentos para ser reservados y otros para ser expansivos; situaciones que requieren calma y otras que piden entusiasmo.

Al final, etiquetarse como persona de gatos o persona de perros es limitante. Somos complejos, cambiantes, capaces de adaptarnos. Hoy puedo necesitar la serenidad felina para trabajar en un proyecto; mañana, la energía canina para apoyar a un amigo.

El equilibrio no significa diluirse en la mediocridad, sino integrar lo mejor de ambos mundos. Como hombre, he aprendido que la fortaleza no está en negar mis contradicciones, sino en abrazarlas: ser tierno sin dejar de ser firme, sociable sin perder mi esencia, libre sin renunciar al amor.

Quizás, en eso radica la verdadera madurez: en dejar de ver la vida como extremos y empezar a transitarla como un baile constante entre opuestos que, al final, se complementan. Después de todo, hasta los gatos y los perros aprenden a convivir.

#hive-131951 #spanish #neoxian #ecency #pob #bbh #ocd #waivio #archon #qurator
Payout: 4.878 HBD
Votes: 220
More interactions (upvote, reblog, reply) coming soon.