**
El petricor que evoca mi pasión
**
El petricor que evoca mi pasión
Gotas de lluvia en una tarde de verano, golpeaban con fuerza nuestro chalet. Mis padres salieron del coche, con el chofer y sombrillas en mano, mientras mis ojos se enfocaron, en esa camisa mojada como una segunda piel, revelando los detalles de sus músculos, mientras trabajaba en el jardín.
Te recuerdo de años atrás, cuando ayudabas a tu papá en su empleo, y de la rosa que dejaste en mi ventana. Mi beca en otro país roba mi tiempo, pero aproveché un fin de semana largo, para visitar a mi familia. No soy esa muchacha introvertida, que jugaba al bádminton contigo, ni eres el chico escuálido que me hacía reír.
Esperé ese momento a solas, para estrechar mi mano con la tuya. Dibujaste la pena en tu rostro, al ver el barro en tus uñas. Me invitaste a ver el invernadero, ese lugar relajante que siempre me gustó. Mi madre me llamaba ante mi demora, y le exclamé que iría después.
Lo felicité por su dedicación, al ver la belleza de las plantas. Me miró de arriba abajo, sin emitir palabra alguna, como la serpiente que espera, el momento justo para atacar.
Me llegaba la excitación del instante, mis ojos dejaron de ver flores, se tornaron brillosos y enrojecidos, revelando mi pasión. Acarició con ternura mi cara, dejándome como paloma tierna, indefensa y abierta a su antojo, y llena de fuego como la lava, que desciende y arrasa desde un volcán.
Con posesión giro mi cuerpo, para inundar mi cuello con sus besos. Sus manos me acariciaban con vehemencia, y sentía la dureza de su erección, sobando en mi trasero, mientras mis piernas, se abrían como un compás.
Respiraciones agitadas, cortaban el aire, rompiendo toda quietud. Sus dedos explorando cada rincón, hicieron explotar mis palabras, y le pedí que me hiciera suya.
Cargó mi cuerpo como una pluma, sentándose en el banco más cercano. Subió mi vestido y apartó mi braga de seda, penetrándome hasta el fondo, como una broca perforando la madera.
Los gemidos desenfrenados, era nuestra mejor música. Sentía que me llenaba toda, sus brazos balanceaban mis caderas, hasta que no pudimos aguantar, ese mutuo y extendido orgasmo, que nos llevó al éxtasis.
Quedamos relajados tras tanto goce. El aroma fresco de la lluvia con la tierra, fue nuestra mejor fragancia, y las verduras junto a las flores, los testigos de nuestro frenesí carnal. No queríamos apartar nuestras caras, pero la magia del momento llegaba a su fin.
Con el paso de los meses,
seguía con mi rutina académica,
lejos de mi país y mi hogar.
Cada acción en la vida,
deja ciertos resultados,
y cada vez que estoy a solas,
y la lluvia gravita en el suelo,
besando un espacio de tierra,
hace que el petricor que percibo,
logre evocar la pasión,
de ese lindo recuerdo.
Fuente: Pexels . Autor: Pixabay
Separador de texto. Libre uso por @eve66
Texto por Andrés Brunet
@abrunet
Gracias por leer Bienvenidos sus comentarios ¡Saludos infinitos!