Descubriendo a Huizinga. La Lechuza de Minerva. Revista de Humanidades. N° 2

@acostacazorla · 2018-07-16 18:37 · equipocardumen

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Descubriendo a Huizinga
Escribo este post para la revista “La lechuza de Minerva”, adscrita a @Equipocardumen. Es un texto en el que doy a conocer a un teórico que abordó el tema de la lúdica desde un enfoque poco estudiado en la cultura occidental. Espero con este trabajo motivarlos a leer sus obras y sacar provecho de ellas. Sin más, les presento a Johan Huizinga y su texto "Homo Ludens" .

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Huizinga nació en Holanda a finales del siglo XIX, específicamente en el año 1872. Fue lingüista e historiador; un pensador irreverente de su tiempo. Cuando los nazis cerraron la Universidad de Leiden (Países Bajos), donde trabajaba como docente, fue detenido y luego probó el sabor amargo del destierro hasta su muerte en 1945. # Sus obras no fueron escritas para un lector común; él demandaba de uno enciclopédico, de mente abierta para ideas genuinas y poco trilladas, amante de la estética, de las voces históricas, pero no de aquellas frías y cerradas hacia lo subjetivo, sino de aquellas que sintieran su momento histórico y cultural desde una perspectiva contestataria. # En su libro **Homo Ludens**, publicado en 1938, aborda el juego como un fenómeno de la cultura. Por lo tanto, lo concibe como “una función humana tan esencial como la reflexión (homo sapiens) y el trabajo (homo faber)”.

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El juego, para Huizinga, “es génesis y desarrollo de la cultura”. El autor explica que el niño, a través del juego, se formula hipótesis sobre cómo funciona la vida. La realidad la transfigura en sus juegos. Por ello imita a las personas que están a su alrededor: padres, abuelos, docentes, entrenadores deportivos, compañeros de clase y vecinos, entre otros. De esta manera, adquiere el idioma, pero también las convenciones sociales, los códigos de convivencia y los modos de vida. # En su disertación teórica, Huizinga expone cuatro interesantes carácterísticas sobre el juego; estas son: # 1.- El juego es “libertad”: Jugamos cuando queremos y lo que queremos. ¿Pero es esto cierto? Sí y no. A veces los niños tienen deseos de jugar un determinado tipo de juego, y los otros niños no desean jugar ese, sino otro. Esto pudiera conducir a pugnas o enfrentamientos entre los niños, pero resulta que, por lo general, no es así. El niño suele ceder y negociar con la mayoría y se acoge a lo que estos decidan, si realmente tiene deseos de jugar en grupo. En este sentido, el juego es libertad, en tanto es deseo individual; pero deja de serlo cuando el juego exige la presencia de otros. Sin embargo, hay juegos en los que los niños no necesitan de esos otros, y en estos casos si se puede afirmar que es libertad.

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Ahora bien, aunque hay libertad para decidir qué jugar y con quién hacerlo; todos los juegos tienen reglas, condiciones y normas que deben respetarse. En el juego se reproduce la cultura y las normas de convivencia. Quien no se ajuste a ellas entra en conflicto con las demás. Huizinga lo expresa de la siguiente manera: # >Dentro del campo del juego existe un orden propio y absoluto. Crea orden, es orden. Lleva al mundo imperfecto y a la vida confusa a una perfección provisional y limitada. El juego exige un orden absoluto. # Es claro el planteamiento de Huizinga de considerar al juego como escenario perfecto de convivencia si se compara con la realidad extra-juego, plagada de imperfecciones y desatinos. Así, por ejemplo, quien desee formar parte de un juego colectivo tendrá que aceptar las normas, reglas y condiciones que se exijan. Cualquier violación a las mismas genera sanciones. Si se compara esta “realidad intra-juego” con la “extra-juego” se confirmará la idea de que en este reina un mundo perfecto, en contraste con lo que ocurre fuera de él. # Otro elemento clave que surge en medio del juego es “la tensión”. Al respecto, Huizinga señala lo siguiente: # >En esta tensión se pone a prueba las facultades del jugador: su fuerza corporal, su resistencia, su inventiva, su arrojo, su aguante y también sus fuerzas espirituales, porque en medio de su ardor para ganar el juego, tiene que mantenerse dentro de las reglas de lo permitido en él. # Pero no todos los jugadores están dispuestos a acoger y respetar las reglas, surge así el irreverente, el “atrevido”, el retador; el que decide que esas reglas y normas no se acogen a sus intereses. Por lo general, este jugador necesita del respaldo y apoyo de otros, necesita aliados, otros que lo acompañen en su rebeldía; si esos otros no están, él pasará de jugador a “aguafiestas”, pero si están, el juego se regirá por nuevas normas. Esta característica, permite citar a Karl Groos, quien decía, apoyado en la teoría de Darwin, que en el juego sobrevivía el más fuerte. Esta postura de Huizinga es bien polémica y deja mucho para la reflexión y el análisis. Pero como en este post, tenemos como objetivo exponer sobre las características del juego, según el citado autor, es conveniente pasar a la segunda. # 2.- El juego es un “como si”: Esta característica es bien interesante, pues habla de la “teatralidad” y del “cambio de roles”: Jugamos a ser grandes, a ser médicos, a ser policías y ladrones, a ser deportistas reconocidos. Y en todos estos juegos y cambios de roles hay mucho de parodia y de bromas. Pero hay también mucho de “verdad”, de ideas sobre las que se va asentando una personalidad. Estos juegos de imitación están muy marcados por el entorno. Lo que el niño observe lo tenderá a reproducir como si de una carga genética se tratara. En tal sentido, debemos estar atentos a lo que los niños juegan, pues nos aportan gran información sobre lo que en futuro desean ser.

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3.- El juego tiene un carácter desinteresado: Se juega porque hay placer en el juego, con él no se busca nada en específico, solo distracción, liberación, autonomía, explosión del espíritu. El juego es un presente pleno de sentido, en el que el tiempo se diluye; se detiene y adquiere ritmo de carrera lenta, de suspenso, de tensión. El niño juega con otro o solo, sin tener ningún propósito premeditado. Esta característica es clave y debe ser valorada por todo educador o entrenador deportivo. Si deseas que tus alumnos aprendan y dominen cualquier conocimiento, es necesario dejarlos jugar sin que sientan que de ellos se espera alguna conducta específica. Esto les da seguridad y los logros son incalculables.

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4.- El juego debe convertirse en “intermezzo” (interludio) de la vida cotidiana: El juego es tiempo de recreo y de re-creación. Esta característica guarda relación con las anteriores, pues el juego permite crear y recrear realidades. Los niños sienten que pueden pasar todo el día jugando. Pero llega un momento en el que se agotan, en el que deciden parar. He allí la libertad de la que nos habla el autor. Si, por casualidad, no gozara de ella, el juego perdería su esencia de placer y gozo; y pasaría a ser “castigo o tortura”.

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Dicho esto, no dudo en afirmar que el juego es libertad, pero también normas y reglas, es orden dentro del caos y caos dentro del orden, es aventura, es poesía, es adrenalina y vértigo, salto mortal en el vacío, es expresión del alma y del espíritu. Es genética y cultura, como bien lo señaló Huizinga. No deje nunca de jugar, no deje nunca de darle un escape al alma y de encontrarse con la risa; esa que sale del espíritu, esa que nos hace sentir que hemos vivido y que vale la pena vivir solo para jugar, aunque sea una vez más en la vida.

Hasta la próxima

Huizinga, Johan (2000) Homo Ludens. Alianza Editorial, Madrid.

@acostacazorla (Carlos Acosta). Entrenador de Gimnasia Artística. Actor. Tallador de madera. Escritor. Autor de los libros: Me estoy tranquilo (1991) y Chacho: El cuento de una novela prometida* (2015).

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