Que sensación tan insoportable, el tener una depresión en los mejores días de tu vida. Esa en la que se unen los sentimientos más dañinos en tu mente, Donde tienes una presión interna igual a una bomba, que sabes que dentro de poco va a estallar. Son esas que cada gota que recorre tu cara es de dolor, ese que se mantiene guardado dentro de ti, que no te deja muchas veces dormir. Te encuentras en los días en los que no quieres hablar con nadie, encerrarte, mantenerte alejado de la sociedad, solo seguir sufriendo. Tratar de superarlo pero a tu manera, sin que nadie más efectué u opine en tus problemas.

Dejándonos absorber hasta por las pequeñas cosas, no encontramos en un barco luchando contra la marea. Cada vez más debilitándonos, mostrando nuestra debilidad, dejando visible nuestro punto débil para que ese enemigo invisible que no podemos describir pero sabemos que está allí nos siga haciendo daño… No un daño físico, sino un daño psicológico, ese que nos desgasta a tal punto de perder nuestras fuerzas.

Siempre vienen ideas a nuestra mente de que somos las peores personas, somos las inmundicias en persona con la más bonita expresión. Nos tratamos de la peor manera, siempre haciéndonos inferiores a los demás, discriminándonos a nosotros mismos de la peor manera. Todo esto ocurre ya que nos dejamos influenciar por nuestros temores y sentimientos, hacen que nos hundamos, que nos arrastremos por el piso con tan solo pensar en nosotros.

Nos encontramos en los días que no queremos hacer nada, solo ver como nuestra vida pasa sin mover ni un solo musculo, sin hacer nada útil, nada que nos ayude a mejorar. Solo nos queremos mantener en nuestra capsula invisible donde nuestros llantos es nuestro mejor desahogo, nuestro acompañantes en esas noches frías y largas. Nuestra almohada será el testigo de nuestros llantos, de esas conversaciones con nosotros mismos donde desencadenamos una pelea.