Por: Alan González (IG: @eldr_genial)
En la noche del 18 de Agosto de 2020, se fue la luz en los Castores, San Antonio de los Altos. Mi mamá se estaba haciendo un masaje en los pies y vi que se iluminaba con el foco de una linterna pequeña. El radio de lumínico era mínimo pero tenía gran alcance, por lo que decidí usarla tomar fotos con la cámara de mi celular. No todas las imágenes me gustan, pero sirven para ilustrar la experiencia.
Caminar a oscuras es un ejercicio de memoria. Para el que ve, la estructura de las cosas se relativiza y la poca luz le da otras dimensiones al entorno. A través de la pantalla, los cuadros colgados en la escalera eran pequeños descubrimientos, espacios con una autonomía propia de acuerdo a la perspectiva.
Mi perro me venía siguiendo. Le apunté con la linterna, la distancia entre él y la báscula que está junto a la puerta parecía más bien una cuesta ascendente, por lo que probé crear nuevos espacios con la oscuridad, la luz, los reflejos de las superficies y la perspectiva de la cámara. Mientras tanto mi mascota posaba, podría decirse que fui guiado por un perro ciego.
Ahora que escribo, me hace gracia la decisión de Michel Gondry y su directora de fotografía, Ellen Kuras, en A Eternal Sunshine of a Spotless Mind, de usar focos de luz directa para descomponer los escenarios de la memoria del personaje de Jim Carrey, y hacerlos más ambiguos. En la oscuridad se comprende de modo empírico lo tramposo y maleable que es el recuerdo. Cuando tropezamos con lo que está fuera de lugar, dudamos, un pequeño foco puede convertir nuestro alrededor en algo distinto a lo pensado. Con la linterna y el recuerdo, no solo aclaramos los detalles, los componemos.
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