If you prefer the English version, click on the following link 👉 HERE
Hoy, la vida me sabe a gloria
Hay un silencio muy particular en la sala de espera de un hospital, de seguro sabes a qué me refiero. No está vacío. Es un silencio cargado de preguntas y de futuros que penden de un hilo. Hoy, en medio de ese silencio, una frase del doctor lo rompió todo: “No hay rastros de la enfermedad”. Inmediatamente, recordé la película “Milagro del Cielo”, específicamente la escena donde el médico se quita la corbata para afirmar que su paciente se ha sanado.
Y mi mundo no se detuvo. Qué va. Empezó a girar de nuevo. Pero con otra música, una llena de colores que ya no recordaba, de esos que solo veía a veces en un arcoíris cuando miraba al cielo. Le apreté la mano a mi hijo, a Matthew, y supe que no solo sostenía su presente, sino todos sus mañanas por venir.
Al salir a la calle, el sol de la tarde no se sentía igual. Era como si alguien le hubiera subido el brillo al máximo. Me dio en la cara con una calidez que se sintió como un abrazo —sentí a mi hija Sofía, como si me hablara a lo lejos—. Y en ese justo momento me dije: —nos pasamos la vida pidiendo cosas, negociando con el destino, suplicando milagros. Leemos salmos y reflexiones que, en el fondo, son listas de deseos. Pero, ¿cuándo paramos para dar las gracias? ¿En qué momento de nuestras vidas dejamos de mirar al cielo para pedir y pedir, y miramos a nuestro alrededor para agradecer? GRACIAS.
—Hoy, mi alma no pide. Hoy agradece.
Le doy las gracias a la naturaleza, esa magnífica fuerza testaruda que se aferra a nuestras vidas. Ahora lo entiendo mejor. Gracias por la araña que insiste en tejer en mi ventana y por el colibrí que se detiene un segundo en el aire, y en cierto modo me saluda cada mañana. Pienso en la majestuosidad del jaguar en la selva y en lo simple del pasto que se abre paso en el cemento. Cada ser vivo es una pincelada que nos recuerda que la vida, en todas sus formas, es una obra de arte. UNA MARAVILLA.
Gracias por el sol. Por su salida, que nos grita que siempre hay otra oportunidad, una página en blanco que debemos colorear. Y por su puesta, ese show de naranjas y violetas que nos enseña a soltar. ¿Cuántas veces vemos el amanecer con angustia, en lugar de verlo como el regalo que es? Agradezco el frío que nos hace buscar el calor de otros, la primavera que explota, el letargo del verano y la belleza melancólica del otoño. Veo la belleza en cada estación, hasta en el invierno más crudo que he soportado aquí en Canadá.
HOY, doy gracias, con una fuerza que me sale de las entrañas, por la salud de mi hijo Matthew. Por su risa, porque otra vez sueña sin miedo. Por la energía que vuelve a su cuerpo. Verlo correr, saltar, gritar…, de nuevo, es la prueba de un milagro tejido por manos humanas.
Si, esas manos..., gracias infinitas a la ciencia. A la curiosidad humana hecha herramienta para sanar. Gracias a cada médico, enfermera y personal de laboratorio que luchó para entender el caso de Matthew. Sé, que no son dioses; para mí, son algo más impresionante, son personas usando su inteligencia y compasión para pelear contra la oscuridad. ¡GRACIAS!
También quiero dar gracias por mi gente, mis vecinos. Esos que me sostiene cuando las piernas no me daban más. La llamada a deshoras, el plato de comida que aparece sin que lo pidiera, el abrazo que lo cura todo sin decir nada. Hoy los veo con una claridad total y la gratitud no me cabe en el pecho. ¡GRACIAS!
Gracias por los que no conozco. Por el agricultor que cosechó lo que comimos ayer y hoy. Por el conductor del bus que nos llevó al hospital tantas veces. Por el científico que, hace años y a miles de kilómetros, ayudó a crear la quimio que sanó a Matthew. Es que, vivimos conectados en una red de apoyo que ni vemos y no agradecemos. Mañana será un día mejor, sí, pero no por magia. Será mejor porque miles de extraños, como tú, como ellos, como yo; se levantarán a hacer su parte.
Hoy no pido. No espero. Solo abro los ojos, respiro hondo y siento el peso hermoso de la vida. ¿Y si el verdadero milagro no es algo extraordinario que cae del cielo? ¿Y si es lo ordinario que ya tenemos aquí, respirando a nuestro lado, esperando a que nos demos cuenta de lo que vale?
Hay un silencio muy particular en la sala de espera de un hospital, de seguro sabes a qué me refiero. No está vacío. Es un silencio cargado de preguntas y de futuros que penden de un hilo. Hoy, en medio de ese silencio, una frase del doctor lo rompió todo: “No hay rastros de la enfermedad”. Inmediatamente, recordé la película “Milagro del Cielo”, específicamente la escena donde el médico se quita la corbata para afirmar que su paciente se ha sanado.
Y mi mundo no se detuvo. Qué va. Empezó a girar de nuevo. Pero con otra música, una llena de colores que ya no recordaba, de esos que solo veía a veces en un arcoíris cuando miraba al cielo. Le apreté la mano a mi hijo, a Matthew, y supe que no solo sostenía su presente, sino todos sus mañanas por venir.
Al salir a la calle, el sol de la tarde no se sentía igual. Era como si alguien le hubiera subido el brillo al máximo. Me dio en la cara con una calidez que se sintió como un abrazo —sentí a mi hija Sofía, como si me hablara a lo lejos—. Y en ese justo momento me dije: —nos pasamos la vida pidiendo cosas, negociando con el destino, suplicando milagros. Leemos salmos y reflexiones que, en el fondo, son listas de deseos. Pero, ¿cuándo paramos para dar las gracias? ¿En qué momento de nuestras vidas dejamos de mirar al cielo para pedir y pedir, y miramos a nuestro alrededor para agradecer? GRACIAS.
—Hoy, mi alma no pide. Hoy agradece.
Le doy las gracias a la naturaleza, esa magnífica fuerza testaruda que se aferra a nuestras vidas. Ahora lo entiendo mejor. Gracias por la araña que insiste en tejer en mi ventana y por el colibrí que se detiene un segundo en el aire, y en cierto modo me saluda cada mañana. Pienso en la majestuosidad del jaguar en la selva y en lo simple del pasto que se abre paso en el cemento. Cada ser vivo es una pincelada que nos recuerda que la vida, en todas sus formas, es una obra de arte. UNA MARAVILLA.
Gracias por el sol. Por su salida, que nos grita que siempre hay otra oportunidad, una página en blanco que debemos colorear. Y por su puesta, ese show de naranjas y violetas que nos enseña a soltar. ¿Cuántas veces vemos el amanecer con angustia, en lugar de verlo como el regalo que es? Agradezco el frío que nos hace buscar el calor de otros, la primavera que explota, el letargo del verano y la belleza melancólica del otoño. Veo la belleza en cada estación, hasta en el invierno más crudo que he soportado aquí en Canadá.
HOY, doy gracias, con una fuerza que me sale de las entrañas, por la salud de mi hijo Matthew. Por su risa, porque otra vez sueña sin miedo. Por la energía que vuelve a su cuerpo. Verlo correr, saltar, gritar…, de nuevo, es la prueba de un milagro tejido por manos humanas.
Si, esas manos..., gracias infinitas a la ciencia. A la curiosidad humana hecha herramienta para sanar. Gracias a cada médico, enfermera y personal de laboratorio que luchó para entender el caso de Matthew. Sé, que no son dioses; para mí, son algo más impresionante, son personas usando su inteligencia y compasión para pelear contra la oscuridad. ¡GRACIAS!
También quiero dar gracias por mi gente, mis vecinos. Esos que me sostiene cuando las piernas no me daban más. La llamada a deshoras, el plato de comida que aparece sin que lo pidiera, el abrazo que lo cura todo sin decir nada. Hoy los veo con una claridad total y la gratitud no me cabe en el pecho. ¡GRACIAS!
Gracias por los que no conozco. Por el agricultor que cosechó lo que comimos ayer y hoy. Por el conductor del bus que nos llevó al hospital tantas veces. Por el científico que, hace años y a miles de kilómetros, ayudó a crear la quimio que sanó a Matthew. Es que, vivimos conectados en una red de apoyo que ni vemos y no agradecemos. Mañana será un día mejor, sí, pero no por magia. Será mejor porque miles de extraños, como tú, como ellos, como yo; se levantarán a hacer su parte.
Hoy no pido. No espero. Solo abro los ojos, respiro hondo y siento el peso hermoso de la vida. ¿Y si el verdadero milagro no es algo extraordinario que cae del cielo? ¿Y si es lo ordinario que ya tenemos aquí, respirando a nuestro lado, esperando a que nos demos cuenta de lo que vale?
**Creciendo como persona, busca y encuentra lo que necesitas para ser un mejor humano en la Comunidad [Holos&Lotus](https://peakd.com/c/hive-131951/created). De seguro, hay un tema que te llamará la atención.**  Infografía propia de la Comunidad [Holos&Lotus](https://peakd.com/c/hive-131951/created)
🔆+++🔆+++🔆+++🔆+++🔆+++🔆+++🔆+++🔆+++🔆+++🔆
Dedicado a todos aquellos que, día a día, hacen del mundo un lugar mejor.
Today, life tastes like glory to me
There's a very peculiar silence in a hospital waiting room; surely you know what I'm talking about. It's not empty. It's a silence filled with questions and futures hanging by a thread. Today, in the midst of that silence, a sentence from the doctor broke it all: "There are no traces of the disease." Immediately, I remembered the movie "Miracle from Heaven," specifically the scene where the doctor takes off his tie to confirm that his patient has been cured.
And my world didn't stop. No way. It started spinning again. But with a different soundtrack, one filled with colors I no longer remembered, the kind I only sometimes saw in a rainbow when I looked at the sky. I squeezed my son Matthew's hand and knew that I was holding not only his present, but all his tomorrows to come.
As I stepped outside, the afternoon sun didn't feel the same. It was as if someone had turned the brightness up to maximum. It hit me in the face with a warmth that felt like a hug—I felt my daughter Sofía, as if she were speaking to me from afar. And in that precise moment, I said to myself: We spend our lives asking for things, negotiating with fate, pleading for miracles. We read psalms and reflections that, deep down, are wish lists. But when do we stop to give thanks? At what point in our lives do we stop looking to the sky to ask and ask, and instead look around us to give thanks? THANK YOU.
—Today, my soul doesn't ask. Today it gives thanks.
I thank nature, that magnificent, stubborn force that clings to our lives. Now I understand it better. Thank you for the spider that insists on weaving on my window sill and for the hummingbird that pauses for a second in the air, and in a way greets me every morning. I think of the majesty of the jaguar in the jungle and the simplicity of the grass that makes its way across the cement. Every living being is a brushstroke that reminds us that life, in all its forms, is a work of art. A WONDER.
Thank you for the sun. For its rising, which screams to us that there is always another opportunity, a blank page to be colored. And for its setting, that display of oranges and violets that teaches us to let go. How many times do we view the sunrise with anguish, instead of seeing it as the gift it is? I am grateful for the cold that makes us seek the warmth of others, for the bursting spring, for the lethargy of summer, and for the melancholic beauty of autumn. I see beauty in every season, even in the harshest winter I have endured here in Canada.
Today, I give thanks, with a strength that comes from my gut, for the health of my son Matthew. For his laughter, because he dreams without fear once again. For the energy that returns to his body. Seeing him run, jump, scream..., once again, is proof of a miracle woven by human hands.
Yes, those hands..., infinite thanks to science. To human curiosity, turned into a tool for healing. Thank you to every doctor, nurse, and lab staffer who fought to understand Matthew's case. I know they are not gods; to me, they are something more impressive; they are people using their intelligence and compassion to fight the darkness. THANK YOU!
I also want to give thanks for my people, my neighbors. Those who held me up when my legs gave out. The phone call at odd hours, the plate of food that appeared without me asking, the hug that healed everything without saying anything. Today I see them with total clarity, and the gratitude overflows in my chest. THANK YOU!
Thank you for those I don't know. For the farmer who harvested what we ate yesterday and today. For the bus driver who took us to the hospital so many times. For the scientist who, years ago and thousands of miles away, helped create the chemo that healed Matthew. We live connected in a support network that we don't even see and don't give thanks for. Tomorrow will be a better day, yes, but not by magic. It will be better because thousands of strangers, like you, like them, like me, will rise up to do their part.
Today I don't ask. I don't expect. I just open my eyes, breathe deeply, and feel the beautiful weight of life. What if the true miracle isn't something extraordinary that falls from the sky? What if it's the ordinary that we already have here, breathing beside us, waiting for us to realize its worth?
There's a very peculiar silence in a hospital waiting room; surely you know what I'm talking about. It's not empty. It's a silence filled with questions and futures hanging by a thread. Today, in the midst of that silence, a sentence from the doctor broke it all: "There are no traces of the disease." Immediately, I remembered the movie "Miracle from Heaven," specifically the scene where the doctor takes off his tie to confirm that his patient has been cured.
And my world didn't stop. No way. It started spinning again. But with a different soundtrack, one filled with colors I no longer remembered, the kind I only sometimes saw in a rainbow when I looked at the sky. I squeezed my son Matthew's hand and knew that I was holding not only his present, but all his tomorrows to come.
As I stepped outside, the afternoon sun didn't feel the same. It was as if someone had turned the brightness up to maximum. It hit me in the face with a warmth that felt like a hug—I felt my daughter Sofía, as if she were speaking to me from afar. And in that precise moment, I said to myself: We spend our lives asking for things, negotiating with fate, pleading for miracles. We read psalms and reflections that, deep down, are wish lists. But when do we stop to give thanks? At what point in our lives do we stop looking to the sky to ask and ask, and instead look around us to give thanks? THANK YOU.
—Today, my soul doesn't ask. Today it gives thanks.
I thank nature, that magnificent, stubborn force that clings to our lives. Now I understand it better. Thank you for the spider that insists on weaving on my window sill and for the hummingbird that pauses for a second in the air, and in a way greets me every morning. I think of the majesty of the jaguar in the jungle and the simplicity of the grass that makes its way across the cement. Every living being is a brushstroke that reminds us that life, in all its forms, is a work of art. A WONDER.
Thank you for the sun. For its rising, which screams to us that there is always another opportunity, a blank page to be colored. And for its setting, that display of oranges and violets that teaches us to let go. How many times do we view the sunrise with anguish, instead of seeing it as the gift it is? I am grateful for the cold that makes us seek the warmth of others, for the bursting spring, for the lethargy of summer, and for the melancholic beauty of autumn. I see beauty in every season, even in the harshest winter I have endured here in Canada.
Today, I give thanks, with a strength that comes from my gut, for the health of my son Matthew. For his laughter, because he dreams without fear once again. For the energy that returns to his body. Seeing him run, jump, scream..., once again, is proof of a miracle woven by human hands.
Yes, those hands..., infinite thanks to science. To human curiosity, turned into a tool for healing. Thank you to every doctor, nurse, and lab staffer who fought to understand Matthew's case. I know they are not gods; to me, they are something more impressive; they are people using their intelligence and compassion to fight the darkness. THANK YOU!
I also want to give thanks for my people, my neighbors. Those who held me up when my legs gave out. The phone call at odd hours, the plate of food that appeared without me asking, the hug that healed everything without saying anything. Today I see them with total clarity, and the gratitude overflows in my chest. THANK YOU!
Thank you for those I don't know. For the farmer who harvested what we ate yesterday and today. For the bus driver who took us to the hospital so many times. For the scientist who, years ago and thousands of miles away, helped create the chemo that healed Matthew. We live connected in a support network that we don't even see and don't give thanks for. Tomorrow will be a better day, yes, but not by magic. It will be better because thousands of strangers, like you, like them, like me, will rise up to do their part.
Today I don't ask. I don't expect. I just open my eyes, breathe deeply, and feel the beautiful weight of life. What if the true miracle isn't something extraordinary that falls from the sky? What if it's the ordinary that we already have here, breathing beside us, waiting for us to realize its worth?
**Growing as a person, seek and find what you need to be a better person in the [Holos&Lotus](https://peakd.com/c/hive-131951/created) Community. Surely, there's a topic that will catch your attention.**  Community's own infographic [Holos&Lotus](https://peakd.com/c/hive-131951/created)
🔆+++🔆+++🔆+++🔆+++🔆+++🔆+++🔆+++🔆+++🔆+++🔆
Dedicated to all those who, day after day, make the world a better place.