El músico de oído se sienta a las orillas del tejado y junto a la suave brisa compone las melodías que su enjuto corazón mantiene encerrado…
El músico de oído poco sabe de figuras y tiempos, más en su alma resuena algo mucho más grande, inalcanzable para claves y silencios
En el tejado acaricia las cuerdas del violín que acompañan al piano, El músico de oído se ha olvidado del mundo pagano, pues ha alcanzado los cielos sin siquiera separarse del suelo. Por primera vez en su vida, se siente libre ha encontrado su trasfondo, habiendo liberado lo oculto, ya no hay temor, no existe la posibilidad de error, pues vive en el mundo imposible, dónde camina por encima de las nubes , bajo las gotas de agua cristalinas donde la inmortalidad brilla en cada arista
El músico de oído, se ha alejado del mundo… Viajando por senderos iluminados, deslumbrados por su propia creación. Acaricia las cuerdas tensas de armonía y en su propio regocijo arrulla los límites de la fantasía
El músico de oído se entrega enteramente a su música y en ella entendió un pedacito del cosmos. La música vive a través de él y desfallece con cada nota. El músico de oído encontró la magia desenterró el terror y contrajo en sus memorias la complejidad de su creación tan sublime, tan perfecta, lágrimas recorren su fatigado rostro pero no aminora su paso en la música danzante su semblante vuelve a la juventud perdida, ya casi lo ha olvidado todo menos a su amada que resuena infinita en las cuerdas de su violín.
Ya casi concluye, la melodía dulcemente se marchita y bajo las estrellas el músico de oído se detiene, volviendo a lo que unos llaman vida y a lo que él solo denomina sueños, pues sabe que sólo volverá a la vida la próxima vez que lo rapte la inspiración para finalmente componer una nueva canción.
Estimado lector, muchas gracias por dedicarle unos minutos a este pequeño escrito, espero que hayas disfrutado este poema poco convencional sobre aquellos que aman la música sin necesidad de seguir partituras. Hasta la próxima!