Hace más o menos un par de años (o un poco más), trabajaba en una agencia de publicidad, donde me tocó fotografiar/documentar esos momento de preparación en la cocina. La verdad que nunca había pisado la cocina de un restaurante, y menos de uno grande donde, además, la comida es rica. Aceptar el trabajo fue una aventura porque anteriormente no lo había hecho, pero... ya sabemos: ¡siempre hay una primera vez!
Aquí, literalmente me sentía una pollita (pequeña) trabajando, porque era algo totalmente nuevo para mí. El primer día recuerdo que la pauta fue en la tarde noche, y mi mamá me acompañó. Todos, desde ese momento, fueron muy amables. Ese día, entre mis nervios, confundí a un hombre con una mujer, porque realmente el nombre para mis oídos era más femenino. Mi jefe me dio el nombre de la persona que me recibiría, y al llegar lo primero que hice fue preguntar por ella, pero realmente era ¡ÉL! el señor realmente se quedó con cara de "soy yo la persona que buscas, jeje". Pero, para mi fortuna, todo salió muy bien.
Al principio me costó acostumbrarme a la rapidez de estar en una cocina. Tienen, por así decirlo, como cada minuto contado. Es un plato tras otro, tras otro, tras otro... y así durante casi todo el día. Aunque hay unas hora un poco muertas, que es donde normalmente los cocineros trabajan. En esta cocina, a nadie le decían cheff. Todos eran cocineros. Unos tenían mucho más tiempo que otros, pues hasta había uno que tenía -en ese momento- 17 años.
Una de las cosas que más me gustó, es saber que muchos ingredientes eran/son hechos en casa, en Pazzo. La pasta, las salsas, los postres, entre otras cosas. Semanalmente cada menú variaba, y siempre había un plus que los diferenciaba. Pude ver la gota de sudor tanto de cada un de los cocineros como la mía, porque, algo que es realmente cierto, es que el calor que hace en una cocina es ¡brutal! Siempre me iba sudada, porque por supuesto me movía al ritmo de ellos para las fotos.
La parte más emocionante era ¡COMER! (jajaja). Amo comer, y en ahí todo me daban a probar de los platos que hacían al momento. Recuerdo unas croquetas de cangrejo que estaban... ¡para morirse! Los ñoquis de batata eran increíble, al igual que el risotto con pulpo.
Por supuesto, las fotos de los platos eran importantes porque de ahí sacábamos el material para las redes sociales. Sinceramente fue una gran experiencia, y muy enriquecedora. Me sentía en familia, porque después del primer mes, ya era parte de la familia Pazzo. Llegaba y siempre me ofrecían un jugo, y para mi felicidad pues siempre podía escogerlo, entonces el melocotón era mi favorito.
Pazzo es un lugar acogedor, con cocineros de calidad que preparan grandiosos platos. El restaurante cuuenta con varios espacios; puedes sentare en la barra y tomarte una cerveza, un vino o un jugo, o puedes esperar cómodamente en los muebles, mientras te babeas con el olor. O, puedes pedir primero el postre y disfrutarlo sentado mientras las mesas se desocupan. ¡El brownie es mundial!
Bueno, espero que les haya dado tanta hambre como a mí con este post. Si viven en ccs, pueden visitarlo. Y si viven en Miami, también. Pero estas fotos son de Pazzo Caracas, por supuesto. Quedé muy agradecida con ellos y toda su amabilidad. Ya saben: si hay comida, ¡hay sonrisas! y siempre me iba con una. Me encantaría volver a tener una experiencia como esta. Y bueno, me despido diciendo que pude conocer aquello que siempre veía de lejos, a través de un vidrio una puerta que lo divide.
Bueno, nos leemos en un próximo post.
¡Gracias por leerme!