Versos distantes
Querido lector,
no suelo escribir
sobre el amor,
pero atesoro uno.
Y ese amor no tiene
rostro, no puedo tocarlo,
ni puede besarme.
Es como un susurro en
la distancia, es un eco
de caricias ficticias
que nos envuelve en
una penumbra absoluta.
Su voz y la mía
parecen un farol
en la oscuridad,
que ilumina nuestros
trayectos con ternura
etérea.
Algunos días
sobrellevo el
vacío con música y
actividades cotidianas.
Pero otros lucho
contra la frustración y
navego a contracorriente
en este mar de nostalgia,
anhelando el cálido
refugio que me espera
en el puerto de su abrazo.
Las palabras
escritas en cada
carta se han convertido
en un bálsamo para el
alma, una caricia sublime
que alivia mi soledad y
esta enfermedad condenada
que me desangra por
dentro.
Aunque nuestros
cuerpos estén separados,
el núcleo permanece
conectado en la misma
sinfonía. Lo sé porque
en cada suspiro siento su
esencia, como si el
viento trajera millones
de besos.
Querido lector,
no puedo tocarle, no
puedo besarle, pero
en mis sueños le
tengo muy cerca.
Es la chispa que
enciende mi pasión,
el fuego sagrado que
arde en mi pecho.
Y debido a esto, su
amor y el mío
trascienden la
distancia, como una
promesa eterna y
sincera.
Y tú, ¿has sentido alguna vez el amor en la distancia?