Razones hay millones por las que estuve tanto tiempo desaparecida de esta localidad, muchas cosas han pasado, muchas cosas - y amores- he despedido. Me había dicho adiós a mí misma.
El contenido de ésta publicación, es un intento desesperado por encontrar el camino de vuelta, desde aquí, desde mi exilio universal.
No les prometo un contenido planificado o curado por algunos ojos mas que los míos. No les prometo arte. Desde aquí ya no veo ni de reojo lo que eso significa. Por el contrario, me abruma. Pero les ofrezco en palabras el primer rayito de luz que logro hacer penetrar en mí desde hace un buen tiempo. Sincero y sin tanto alboroto, me está comenzando a gustar mas ese estilo. Y por qué no, una foto que lo acompañe -que tampoco ha sido del todo terminada.
Vórtice
Que me va a ir bien. Que me va a ir bien, me repito, mientras escucho sonando en cámara lenta el son de alguna tonada amarga, ahogado por la presión del agua. Paso tanto tiempo húmeda que me está creciendo moho bajo las uñas, ya no me sirven los coloretes o los pinceles. Son inútiles frente al horizonte anhelado, desaparecido.
Para arrancarme las huellas dactilares hice un pacto con el humo. Tengo grises las uñas, y los labios. Gris mi pulso. Y la mañana. Ahora tengo que ver dos veces mi reflejo, cotejar mi palpabilidad. Dejé mi sangre embotellada en casa para aligerar el peso, pero tengo los talones hechos de porcelana, no consigo caminar. Ángel de cementerio, las plumas se me hincan, me las estoy arrancando una a una para dedicarme a custodiar tumbas.
Soy una hendidura, un cerro invertido, una compañía perdida. Vórtice de hollín y neblina que se alimenta de convicciones gaseosas, de remembranzas en monocromo, de caminos adoquinados. En el desasir de mis fundamentos, me convertí en laberinto. Y cómo me voy a ir si no estoy, no estoy. Si ni porque estuviese me iría.
©Giuliana Marmo.