Échame el cuento de aquello que pensabas cuando niño que era un lujo

Cuando somos niños soñar es nuestro estado natural. El mundo que nos rodea aún no ha trastocado nuestra percepción de la realidad. Imaginación y realidad se confunden. Es por eso que la mayoría de los niños son poetas improvisados, unen palabras e imágenes en su memoria sin el corsé de lo correcto o incorrecto, la realidad y la ficción, la verdad y la mentira. No han desarrollado aún ese juez interior que etiqueta al mundo y lo reduce a supuestas normas y verdades inapelables.

Con mis hermanas, y de manera personal, por mi temperamento tranquilo, ensoñador, me dejaba llevar por la imaginación. Con ellas, inventábamos juegos como “las dobles del espejo”, que eran extraterrestres, o “la momia”, una de nosotras era la momia, que de improviso se despertada y perseguía a las demás, pero debajo de la mesa del comedor había una taima y la momia no nos podía atrapar. Aunque también teníamos juguetes y eventualmente jugábamos con ellos, nos divertían más estos juegos de imaginación o ver televisión. Fuimos de esa generación que creció viendo televisión desde muy temprano.

A pesar de que me gustaba jugar con mis hermanas, para mí era importante tener mis espacios en solitario. Los cuales se respetaban. ¿Qué hacía yo en esos momentos de soledad buscada?: leía, principalmente leía. La lectura ha sido mi gran placer desde niña. Era una lectora voraz. No solo leía cuentos, o los libros escolares. Podía pasar un buen rato viendo una de las enciclopedias que habían en casa, o leyendo la National Geographic, una revista a la que papá estaba suscrito, en la que habían extraordinarios reportajes, ilustrados con muy buenas fotografías, sobre diversos lugares y culturas del mundo. Con mis lecturas y algunos documentales de la televisión, viajaba a distintos lugares del planeta, ¡Y fuera de él! A veces leía o veía series y documentales sobre el espacio exterior.

Aunque mi destino finalmente fue ser escritora, de niña tuve dos sueños que tienen que ver con viajes. Aunque mi familia pertenecía a una modesta clase media y no tuvimos lujos ni juguetes caros, mis hermanas y yo éramos felices con nuestros juegos y los paseos que hacíamos los fines de semana a parques, a la playa, o durante las vacaciones. Pero mis sueños eran algo que una niña no podía hacer y que debían quedar para el futuro. De pequeña yo quería ser astronauta, y cuando crecí un poco más quería ser azafata, para viajar y conocer mundo, distintos lugares y culturas.

Con mi familia hice en vacaciones algunos viajes dentro de mi país, a diversos lugares turísticos, a los cuales llegábamos en avión: la isla de Margarita y otras islas cercanas, las playas de Falcón, el Delta del Orinoco, los bonitos pueblos de Mérida, entre los que recuerdo. A otros lugares llegábamos en el automóvil de papá, teníamos tíos y primos de provincia que visitábamos. Pero yo quería ir más allá, conocer ese mundo diverso que había visto en revistas, libros, documentales. Pero quizá no fui lo suficientemente perseverante y próspera para cumplir ese sueño cuando era joven. Viajé, sí, como escritora y profesora, a eventos literarios y congresos, pero siempre dentro de Venezuela.

Dicen que el amor rompe barreras y fronteras y en mi caso fue literalmente así. Hace poco más de un año conocí a un poeta venezolano, actualmente residenciado en España, que estaba de paso en mi ciudad, Caracas. Me lo presentó una amiga, luego participó en uno de mis talleres de poesía; lo apoyé también con un libro de poemas que necesitaba corregir, y lo ayudé a organizar un recital poético en un lugar extraordinario, un restaurant en medio del parque más grande de la ciudad. Lo que comenzó como una bonita amistad se transformó en amor. Cuando él regresó a España, donde reside desde hace casi una década, seguimos comunicándonos a diario. Tres meses después de despedirnos, me compró un pasaje para venirlo a visitar.

Nunca había hecho un viaje al extranjero. Pero aunque estaba algo atemorizada, me monté en el avión. Felizmente, una amiga poeta viajaba ese mismo día a España y viajamos juntas. Ella siguió a las Islas Canarias para asistir a un evento literario y yo salí a una nueva vida, mi amor me esperaba, al salir de migración, en el aeropuerto de Barajas. Estando ya en España recibimos una invitación a un evento literario en Italia, dos meses después de haber llegado aterrizaba en el aeropuerto de Milán, para ir a Fidenza. Y también aprovechamos de visitar Verona y Bolonia.

Como colofón puedo decir que a veces los sueños tardan en cumplirse, pero se cumplen. Mi sueño de ampliar mis horizontes se cumplió más de cuarenta años después. Lo que parecía un lujo, que ni mi familia ni yo podíamos permitirnos, ocurrió, gracias a Dani. También diré que ha sido un reto enorme dejar atrás mi país, mi familia, mis amigos, mi mundo conocido, para vivir en otro país, otro continente, otra cultura. Ha sido todo un reto, ya a mi edad, el año próximo cumplo 60 años.

Tampoco ha sido fácil adaptarme a mi pareja. Tu vida cuando estás en solitario es muy distinta a cuando tienes un compañero. Hacer realidad tus sueños no es gratis. Por lo general requiere esfuerzo, requiere paciencia, perseverancia, resiliencia. Yo estoy feliz con mi amado, con todos los bemoles que ha implicado estar con él. Pero ha sido un año vertiginoso, difícil a ratos.

Gracias a @brujita18 por la invitación a participar en la iniciativa “Échanos el Cuento de Aquello que Pensabas cuando Niño, era un Lujo” https://peakd.com/hive-117341/@brujita18/echanos-el-cuento-de-aquello
Invito a los amigos @sacra97 @germanandradeg @numa27 y @nanixx a participar.
📷 Las fotos pertenecen a mi álbum de fotografías personal.