Este semestre me toca dar clase a alumnos de nuevo ingreso a la carrera (Arquitectura) y es refrescante ver su actitud. Escuchan con atención, cabecean afirmativamente todo el tiempo, y se ven dispuestos. Tienen la actitud que uno quisiera que tengan todos los grupos. Pero desafortunadamente conforme van pasando los semestres, muchas veces esa actitud de pierde.
Y es que los comienzos tienen algo diferente. Hay cierta expectativa, cierta emoción que es difícil de replicar en otras circunstancias. Y esto aplica a todo tipo de comienzo, ya sea este laboral, educativo como en mi caso, o emocional. En lo laboral nos da la oportunidad de probarnos a nosotros mismos y ver hasta dónde podemos llegar.
En lo educativo nos abre nuevas puertas, nuevo caminos por explorar. Y en lo emocional nos amplia todos los horizontes, y nos permite redescubrirnos al brillo de una nueva luz. Y no me refiero necesariamente a temas de pareja, sino también a aquellos relativos a los hijos y hasta a las mascotas, que sobre todo para las nuevas generaciones son cada vez más relevantes.
Los comienzos nos permiten acceder a una energía especial, y sin importar la edad nos generan una ilusión que mezcla inocencia y virtud, que siempre resulta refrescante y hasta vigorizante. Nos permite dejar atrás cosas y aventurarnos a lo desconocido llenos de esperanza, o al menos con la expectativa de que las cosas pueden ser diferentes.
El problema con los comienzos es que no son eternos, sino que en algún punto terminan, y esa sensación tiende a perderse o diluirse, a disminuir o desaparecer. Esto puede representar un problema si dependemos solo de esa emoción inicial para darle sentido a algo. Y por eso de repente después de la novedad, muchas veces nos desilusionamos.
Cuántas relaciones de pareja empiezan como si fueran de película para luego terminar como de pesadilla. Cuántas veces hemos escuchado a alguien hablar emocionado de su nuevo trabajo, para luego enterarnos de que renunció poco después. O cuántos casos conocemos de jóvenes de brincan de una escuela a otra, sin encontrar su verdadera vocación, sin encontrar algo que no solo los enganche momentáneamente.
Hay gente que incluso se vuelve adicta a los comienzos, y se la pasan brincando de pareja en pareja, de desafío en desafío, de reto en reto, buscando siempre la novedad, y evitando a toda cosa el sentirse estancados en la cotidianidad, en lo estable, en lo monótono, en lo que consideran carente de emoción.
Los comienzos, si bien son emocionantes, no lo pueden ser todo, y hay que entender que no son para siempre. Que algo haya perdido la emoción del comienzo no significa que haya perdido valor, sino que este ahora se manifiesta de una manera distinta, e igual de valiosa.
En las parejas por ejemplo, la pasión inicial puede disminuir para dar paso a una relación más profunda, que permite que los silencios se disfruten de otra manera, y que la sola compañía del otro nos haga sentir plenos. En el trabajo la novedad da paso con el tiempo a la experiencia, y la seguridad que suele acompañarla. Y en el caso de la educación nos lleva del desconocimiento, a veces total, al dominio de lo existente y la posible creación de nuevo conocimiento.

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La clave, creo yo, está en darle su valor a cada cosa, y si bien, hacer cambios para disfrutar de las mieles de la novedad puede ser bueno, estimulante, y hasta recomendable en muchos casos, desvalorizar algo porque ya no nos emociona como al principio, es caer en el reduccionismo y la falta de miras.
Y si extrañamos la emoción de la novedad, en todo caso nos toca a nosotros encontrar nuevas maneras de gozar de aquello que ya no nos resulta tan novedoso, para hacerlo más disfrutable, en vez de descartarlo. Nos toca a nosotros encontrar nuevas manera de acercarnos a lo mismo, pero de diferente manera. Nos toca a nosotros encontrarle nuevos comienzos a lo que ya conocemos.
Esa puede ser una de las claves de la longevidad en las relaciones, los trabajos y cualquier otra cosa. El encontrar siempre nuevas maneras de hacer lo mismo para no caer en la rutina, el aburrimiento y la monotonía. La clave puede estar en aprender a fabricar nuevos comienzos donde pareciera imposible. Parece todo un reto ¿no? Bueno, en todo caso es uno que vale la pena aceptar. Yo pienso hacerlo, ¿y tú?
©bonzopoe, 2025.


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