Crónicas de lo cotidiano 145: "Un día no cualquiera", por bonzopoe

@bonzopoe · 2025-10-09 14:49 · Holos&Lotus

image.png Imagen propia generada con Gemini.ai

La semana pasada me equivoqué al comprar mi boleto de regreso de Valladolid, la ciudad en que laboro como docente los días lunes y martes de cada semana, a Mérida, la ciudad en la que vivo, a dos horas de distancia. Siempre compro uno que hace parada relativamente cerca de casa, por lo que de la estación camino 100 metros, tomó el transporte público y en unos cinco minutos me bajó a una cuadra de mi hogar. A veces si estoy de humor, o el transporte público se demora, opto por caminar, y en 15 a 20 mins. ya estoy en casa.


Esta vez compré el boleto que hace una parada de cortesía en una plaza comercial poco después de entrar a la ciudad, y de ahí va directo a la estación central de autobuses, a la afueras del Centro Histórico de Mérida. Después de hacer la parada de cortesía, noté que el autobús no seguía el derrotero habitual, así que me acerqué al chofer y hablando con él me di cuenta del error que había cometido en la compra de mi boleto.


Después de reconocer mi equivocación le dije que si podía darme parada, ya que la estación central me alejaba mucho de casa, y me dijo que me podía hacer el favor de darme parada más adelante. Esta parada se prolongó mucho más de lo que esperaba, pero dadas las circunstancias no podía ponerme exigente cuando yo me tenía la culpa de la situación, y él iba a hacer una excepción al hacerme el favor de parar el camión donde no debía, con tal de ayudarme.

image.png Imagen propia generada con Grok.ai

Cuando finalmente paró y me dijo —te dejo aquí, porque voy a dar vuelta en la esquina y te voy alejar todavía más—, le di las gracias, bajé del autobús, y miré a mi alrededor para ubicarme. Me di cuenta de que estaba más cerca del centro de la ciudad que de la plaza comercial donde debí haberme bajado, así que revise la app del transporte público de la ciudad, y me di cuenta de que estaba a cinco calles de una ruta que llega hasta a mi casa, así me dirigí hacia ella.


En el trayecto me topé con muchas personas que se veía que estaban saliendo del trabajo. Muchos de ellos gente sencilla, con una mochila o bolso al hombro, lo que es indicativo de que no eran habitantes de la ciudad, sino de algunas de las poblaciones cercanas que alimentan a esta de trabajadores: albañiles, comerciantes, empleadas domésticas, obreros.


Caminé por calles y una parte de la ciudad que hace mucho que no recorría, y poco a poco me invadió una mezcla de nostalgia y de tristeza. Yo soy una personas muy empática, es algo que no puedo evitar. Los dolores y penas ajenas se me pegan, y tengo que aislarme un poco para que no me afecten, y en esta ocasión no pude hacerlo por las circunstancias del momento, y para colmo todo sucedió al caer la tarde, así que eso tampoco ayudó.

image.png Fuente

Podía sentir el cansancio de la gente que pasaba a mi lado. La desesperación de los vendedores callejeros que gritaban a todo pulmón el remate de sus productos, con tal de llegar con algo de dinero a casa. Todos iban caminando rápido, como si huyeran de una realidad que los persigue. Yo también iba caminando rápido. Yo también iba huyendo como ellos sin darme cuenta.


Llegue a una de las paradas del camión y para mi fortuna, ahí estaba estacionado mientras subía un grupo de pasajeros al que me uní. Dentro había gente como yo, abrazando sus bolsos y mochilas, mientras otros, como en película de ciencia ficción, miraban sus teléfonos como enajenados. Una mujer madura discutía con un adulto mayor que parecía ser su padre, y mientras yo miraba por la ventana más me hundía en esa extraña sensación de que siempre había visto esto, pero con otros ojos, a través de otro filtro.


Era como si la percepción sensorial selectiva , que nos hace parcialmente ciegos y sordos, para protegernos de la realidad que nos rodea, se hubiera apagado de repente como consecuencia de los recuerdos que me asaltaban al ir avanzando el camión por esa calles que hace tiempo no recorría. Vi edificios que visité mil veces como si recién los conociera, y gente caminando por la calle que no conocía, pero que sentía pedazos de mí mismo.
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Al llegar a casa, al principio la sentí distinta: un poco más oscura, un poco más desordenada, un poco menos yo, pero era la misma, estaba tal y como la había dejado. Era yo el que había cambiado. Desempaqué, y luego me di un baño, como si creyera que el agua pudiera llevarse eso que traía encima y no sabía que era. Luego puse algo de música y me preparé algo cenar.

Los sonidos de las notas y los olores familiares me anclaron a mi realidad de nuevo. El sentimiento empezó a diluirse, a sentirse como un mal sueño, como un recuerdo distante, como la escena de una película que vi hace tiempo. Me sentí culpable y aliviado a la vez, y decidí escribir esto antes de olvidar del todo esto lo que les cuento.

Antes de volverme cómplice del acomodaticio olvido. Antes de sentirme ajeno de nuevo a eso que soy, y a veces me prohíbo. Antes de irme a dormir con la esperanza de que al despertar, las cosas sean distintas, y este lastre nuevo que carga mi alma no se sienta tan pesado.


©bonzopoe, 2025.
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