Buenos Aires a esa hora se diluye en un mar rosado de espuma que hace ver todo como si tuviera uno encima ese salitre de la aurora. Ariel acaba de asesinar a un hombre. Ese chispazo en la mano que empuñaba su puñal irlandés no podrá olvidarlo nunca.
Camina por las calles de Buenos Aires y aún está temblando, aunque ya hace un par de horas que el filo de su puñal visitó las entrañas del hombre.
Ariel contiene el llanto. Su respiración fatigosa le recuerda que aún está vivo y que seguramente lo estará por mucho tiempo. A sus once años sabe que ya nada será igual.
¡Comba Yamba!