Nunca imaginamos qué puede surgir en cinco minutos de escritura, eso es lo que hace actractivo este ejercicio, propuesto por @latino.romano.
Recolectora de sonrisas
Cada día salía a la calle antes de que lo hiciera el sol. Muchas personas iban como ella: abrigados y con sus bolsos o paquetes, según el lugar al que se dirigían; unos saludaban entusiastas, otros hacían un movimiento con la mano, pocos la dejaban sin la respuesta a su saludo. Ella respiraba profundo y pensaba en las circunstancias que cada quien llevaba encima, y se preguntaba qué los hacía más o menos sociables. No era que necesitara hacer amistad con alguno de ellos, no, solo se sentía bien cuando alguien respondía recíprocamente a su sonrisa, ese gesto gentil y espontáneo le daba esperanzas y auguraba un día bueno.
Ella era recolectora de sonrisas, no se había dado cuenta hasta ese día, cuando una señora en vez de sonreír agrió más el ceño y hasta se atrevió a decirle: “qué buenos días ni que nada” y siguió su camino afincando con fiereza los pies contra el suelo. Ella no se dejaría amilanar, era una sola; eran más los que respondían serenos el acostumbrado “buenos días”. La vida es así, en su cedazo toca filtrar, sacar lo valioso, y dejar la basura donde debe estar.
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