En esta foto está "Homenaje a la soledad" al fondo. Estamos un banco y yo. Hay un pasillo desierto y yo en mi soledad observando una obra de Servando Cabrera, un artista muerto. El lente no me ve. Somos un mensaje en azul y mi espalda que ignora al lente que me delata. Este es quizás otro homenaje a la soledad. Es mi homenaje a la soledad, disfrutando de ella.
Tras haber visto el original de este cuadro por primera vez frente a mis ojos no hay forma en la que pueda evitar pensar acerca de el hecho de estar solos. ¿Qué es la soledad y por qué tantos le temen?
En esta pintura la soledad, en cambio, parece algo apacible. A pesar de describirse en tonos de azul, podemos ver una pluralidad de cuerpos intrínsecamente relacionados, en los que no se puede definir el inicio o el fin de uno o de otro. Partiendo de esta vista podríamos atribuirle un significado a lo que quiso expresar el autor, sin embargo lo emocionante de este cuadro es que no va a generar el mismo significado emocional para todo el mundo.
Muchos suelen decir que no es lo mismo estar solos que sentirse solos, y esto es totalmente comprensible. Somos seres sociales. Nos gusta la aceptación y el reconocimiento. Sin embargo cuando en la multitud que nos rodea no encontramos comprensión, cariño, entendimiento, entonces sentimos que un sentimiento sombrío se apoderara de nosotros, como si viviéramos en la miseria. Pero, ¿no sería esto en realidad una señal de que necesitamos tiempo para nosotros mismos?
Recuerdo que de pequeño solía mirar mucho la pintura de la que hablo en este post. En aquel entonces formaba parte de un calendario, ahora no estoy seguro si era del 2011 o 2012. Dicho calendario estaba en mi cuarto, que era mi lugar favorito para jugar. No requería de nadie más a mi alrededor y podía echar mi imaginación a volar junto a todos los objetos que me rodeaban.
Mientras me acercaba a la adolescencia todo este panorama fue cambiando. Cada vez se hacía más importante el grupo, el tener amistades con las que hablar todo el tiempo sobre todas las cosas, el dejar mi ego y mi orgullo a un lado para no alterar la dinámica social. Para mí estos recuerdos son turbulentos, pero aceptarlo es también parte de mi proceso. Poco a poco me vi en la obligación de distanciarme y rápido una idea se fue haciendo clara en mi mente: "Con ellos me siento solo, pero solo me siento mejor".
Me dediqué un tiempo a no relacionarme con cualquiera. Comencé a ser selectivo, a cuidar mi energía y mi entorno. Pronto también me dí cuenta que la amistad no tenía que sentirse como un deber hostil, y que no todo el mundo se merecía la misma cantidad de tiempo y energía. Me gusta reiterar este punto: esto lo comprendí estando solo.
El silencio y la quietud, una vez se supera esa ansiedad por no escuchar nada, se convierten en un refugio para ideas que ayudan a crecer. El yo se reafirma y se fortalece. Entonces cuando salimos a la calle a conocernos con otros miles, ya no habrá fuerza que arrastre nuestro ser. Entonces podemos defendernos, establecer límites y disfrutar de nuestra libertad.
Mi invitación pues va encaminada a disfrutar de la soledad, de ese tiempo que hacemos para estar en paz con nosotros mismos y que al final de la jornada termina siendo más necesario que muchas compañías. Espero regresar pronto por esta comunidad. ¡Nos leemos pronto!