An unforgettable grandmother||Una abuela inolvidable

Greetings, friends of @silverblogger. I was fortunate enough to know and spend time with my four grandparents, who were part of my childhood and, each with their own peculiarities, left their mark on my earliest memories. I have talked about them in several posts, especially my paternal grandmother, and she is who I will write about today, as she was the one who was most present in that first stage of my life. I was going to write that this was possibly because my father had died when we were very young, but that would be a somewhat false statement, because although she treated everyone differently, especially my youngest sister, who was only two years old, she cared for all her grandchildren with equal affection. I remember those weekends we spent there, the house full of cousins, the closest in age to us were a group of eight brothers and sisters, the last five were our age and were the perfect companions for outings and games for a long time. Because if there was one thing Mamía, as we called my grandmother, had, it was that there was not a weekend that went by without her coming up with an outing, somewhere in Caracas in the 1960s, which was in a period of transition from the city of red roofs to modernity with its large avenues and buildings. Among those iconic outings we enjoyed were: El Pinar Zoo, Parque del Este (now called Generalísimo Francisco de Miranda Park), Los Caobos Park, and she was so daring that she even took us to La Guaira, where she had a house, so we could enjoy the sea during the weekend. Although it is a short trip of approximately 25 km, by bus and with 10 children, it was not an easy task, but it was a lot of fun. With the passage of time, I think all my memories of my dear grandmother are fond ones. Once a month, she would take us to visit my father's grave, and while she cleaned it and placed flowers on it, she would let us play and jump among the graves, never on them, out of respect for the deceased. When she finished tidying up, she would sit us down and teach us to pray the rosary. She introduced me to Christian devotion, as we visited churches. During Holy Week, she would visit the temples. I remember fragments of a place we used to go to, I don't know if it was a nursing home, an orphanage, or a church called San Vicente de Paúl, known as the saint of the poor. Her love for him was so great that she named her son, my dad, Vicente Paúl. Her devotion extended to the Virgin of Carmen, to whom she often made promises, as we would go to San Juan de los Morros to a place called La Puerta where there is a sanctuary. The chapel is on a small, steep hill, and I remember her once making this long journey on her knees. Just as I learned about the Catholic Christian world from her, I also learned my first horror stories with characters such as the bogeyman who could come and eat us or the bogeyman who could come and take us who knows where. Thank God we had my mother, who disproved her nighttime stories and little by little created a shield against these characters. Mis nietas Something I really enjoyed about this relationship was that my grandmother would sit down to watch television in the afternoons, and she was so tired that she would immediately fall asleep. while this was happening, the four girls (my sisters and I) would pamper her: one would wash her hair, another would clean her face, another would shave her legs, and another would do her nails. Imagine these four girls between the ages of four and eight doing these sweet tasks, and she would peacefully let us. This is a beautiful image that I cherish.   Saludos amigos de @silverblogger Tuve la dicha de conocer y compartir con mis cuatro abuelos, que formaran parte de mi niñez y cada uno con sus peculiaridades dejaran su huella en mis recuerdos más lejanos. En varios post he conversado sobre ellos, en especial de mi abuela paterna, y es de quien escribiré hoy, ya que fue la que estuvo más presente en esa primera etapa de vida, iba a escribir que esto se debía posiblemente a que mi papá había fallecido siendo nosotros muy pequeños, pero sería una afirmación un tanto falsa, porque si bien tenía un trato preferencial con todas, en especial con la menor de mis hermanas, que solo tenía dos años, atendía a todos sus nietos con igual cariño. Recuerdo esos fines de semana que pasábamos allá, la casa llena de primos, los más contemporáneos eran un grupo de ocho hermanos entre niños y niñas, los cinco últimos eran de nuestras edades y fueron los compañeros perfectos de paseos y juegos durante mucho tiempo. Porque si algo tenía, Mamía, que era como llamábamos a mi abuela, es que no había fin de semana que no inventara un paseo, algún sitio de esa Caracas de los años 60 que estaba en su periodo de transición de la ciudad de los techos rojos a la modernidad con sus grandes construcciones de avenidas y edificios. Entre esos paseos emblemáticos que disfrutábamos se encuentran: El Parque zoológico El Pinar, el Parque del Este, hoy llamado Generalísimo Francisco de Miranda, el parque Los Caobos y era tan osada que se atrevía a llevarnos a la Guaira, donde tenía una casa, para que disfrutásemos del mar durante el fin de semana. Aunque es un trayecto corto de 25 km aproximadamente, en autobús y con 10 muchachos, no era una tarea fácil pero si muy divertida. Con la lejanía del tiempo, creo que todos los recuerdos con mi querida abuela son entrañables. Una vez al mes nos llevaba a visitar la tumba de mi papá y mientras ella la limpiaba, le colocaba las flores, nos dejaba jugar y saltar entre las tumbas, nunca sobre ellas, por respeto a los difuntos, cuando terminaba los arreglos nos sentaba y nos enseñaba a rezarle el rosario. Con ella conocí la devoción cristiana, pues visitábamos iglesias, en Semana Santa hacía la visita a los templos, me llegan algunos retazos de un lugar al que íbamos no sé si un ancianato, orfelinato o iglesia llamada San Vicente de Paúl, conocido como el santo de los pobres y su amor hacia él era tanto que llamo a su hijo, mi papá, Vicente Paúl. Su devoción se extendía hacia la Virgen del Carmen a quien con cierta frecuencia le pagaba promesas, pues íbamos a San Juan de los Morros a un lugar llamado La Puerta donde hay un santuario, la capilla está en una pequeña y empinada colina, la recuerdo una vez haciendo este largo recorrido arrodillado. Así como conocí este mundo católico cristiano, de la mano de ella conocí mis primeros cuentos de terror con personajes como el coco que puede llegar a comernos o el hombre del saco que nos podía venir a buscar para llevarnos quién sabe a dónde. Gracias a Dios que teníamos a mi mamá que desmentía sus historias nocturnas y poco a poco nos fue creando una coraza contra estos personajes. Mis nietas Algo que realmente disfrutaba de esta relación es que mi abuela en las tardes se sentaba a ver un rato televisión y su cansancio era tan grande que inmediatamente se quedaba dormida, mientras esto ocurría las cuatro niñas (mis hermanas y yo) nos dedicábamos a acicalarla: una le lavaba el cabello, otra le limpiaba el cutis, otra le rasuraba las piernas y otra le arreglaba las uñas, imagina a estas cuatro niñas entre cuatro y ocho años en estas dulces faenas y ella plácidamente se dejaba, esta es una bella estampa que guardo con cariño.