En mi vida me he visto envuelto en torrentes de ideas, proyectos y un sin fin de planes los cuales muy pocos he podido llegar a concretar y decir que tuve éxito. Uno de ellos y principalmente el más reciente del que me gustaría escribir un poco es la disyuntiva a la que llegue al haber estado 2 años estudiando una carrera en la cual no daba el 100% de mi potencial y no daba lo mejor de mí mismo. No porque no fuera capaz de lograr lo que me había propuesto en algún momento de mi vida.
Si no, que por el contrario estaba invirtiendo mi energía y mi tiempo en algo que no me llenaba, no me hacía sentir vivo y que yo pudiera decir que estaba haciendo algo por lo que valiera la dicha seguir insistiendo y perseverando. Me sentía infructuoso. Que no era el mejor en lo que hacía, o más que ser el mejor, no me sentía útil.
Siempre he pensado que el motivo por el que estoy aquí en este plano existencial ha tenido una correspondencia con lo que pudiera llamarse un camino el cual seguir, un lugar donde me pudiera acostar en las noches a dormir y pensar que hice un buen trabajo, que con mi arte o mis acciones pudiera inspirar a otros a por lo menos sonreír. Y como mucho pudiera hacer feliz a otro.
La situación está en que al salir de mi educación secundaria decidí estudiar psicología, por el mismo motivo que lo hacen muchos que es el de ayudar a otras personas. Gente común, como todos, pues ¿Qué otra cosa somos que simplemente humanos? La motivación era llegar a ser un profesional del mundo clínico en el que pudiera ayudar a los humanos que lo necesitaran, en lo que estuviera al alcance de mis manos.
Sentía que estar en un salón de clases escuchando a una persona hablar del ego de otros pasados y del mismo suyo, no era congruente con mi manera lo que significa el ayudar a otros, o simplemente dar. No voy mentir y decir que no aprendí nada en esos dos años en los que estuve yendo a clases y conociendo los mejores profesionales que tenía como profesores y compañeros de clases; honro su sabiduría, conocimiento y amistad.
El caso es que mi madre siempre me decía que tenia que hacer lo que me gustaba, era mas fácil y poderoso hacer lo que amas que intentar amar lo que haces. Para tomar una decisión sabia al respecto de mi disyuntiva con el que hacer de mi vida laboral y profesional elegí varios aspectos que tomar en cuenta, uno de ellos me aterrorizaba y era el de no tener ingresos o con que comer en un futuro, o unas bases sobre las cuales fundar una familia y un legado.
Una de las respuestas que tuve a tantas preguntas que me hice y la mas importante fue el haber participado en un concurso nacional, el compartir y tener esa vivencia con otras personas que hacían lo mismo que yo y estaban en situaciones parecidas. Me hizo recordar que tenía sueños cuando era un niño pequeño. Sueños que si seguía por el otro camino no iba a alcanzar, o por lo menos no de la manera que visualizaba.
Finalmente, para no hacer este cuento tan largo, decidí dedicarme al arte en su totalidad. Culminar mis estudios profesionales en la música y disfrutar de ellos y amarlo. Simplemente amarlo.