En mi familia la migración es ya casi una costumbre desde hace mucho tiempo. Mi abuelo vino a Venezuela desde Siria en la década de los 60's en busca de una mejor vida y mejores oportunidades de trabajo. Su hermano ya hace un tiempo se le había adelantado y le aguardaba.
Acá mismo nació mi padre y dos de sus hermanos antes de que mis abuelos volvieran a Siria en 1975, sin embargo, esto no sería todo para mi familia puesto que mi padre decidió volver a acá (de nuevo de la mano de su tío) a tiempo que su hermano emigró a Ucrania con la esperanza de estudiar medicina. A mi padre le siguieron dos hermanas, primos, familiares más lejanos y varios amigos.
Desde entonces creció una comunidad de sirios en Venezuela en la cual yo nací y crecí. Por cuestiones políticas y religiosas, Siria entraba en un conflicto que para 2014 había desembocado en crisis migratoria y algunos de mis familiares terminaron en condición de refugiados en países como Italia, Turquía y Suecia, mientras que otros optaron por menospreciar la estanflación en la que se encontraba Venezuela y emigraron para acá con la ayuda de sus familiares y conocidos.
Ahora, inmersa en una crisis política, económica y sobretodo social, Venezuela nos empuja a abandonar y Siria no nos espera con los brazos abiertos, lo que me hace pensar si en verdad es mi destino emigrar como mi padre y mi abuelo antes que él o si estamos destinados a dejar siempre el país donde nacimos. Lo cierto es que la historia se repite de generación en generación y quien sabe si esta suerte aguarde también por mis hijos o mis nietos.
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