Los antivalores pueden también forjar una idiosincrasia y esta puede volverse más fuerte que la ley a veces. Partiendo de lo que exponía en mi último post decidí actuar completamente con carácter ético en pro de sumar un cambio individual a mi herido país, una misión casi imposible.
En esta ocasión quiero contar una experiencia de tantas que me ocurrió en el banco y me permitió darme de cuenta la profundidad de las malas costumbres en Venezuela.
Un día tuve que ir al banco para ayudar a mis padres, en aquel entonces no existía todo el meollo que hay ahora con los pensionados y sus infinitas colas. Recuerdo que en aquella ocasión la fila estaba muy densa pero yo me formé regularmente con la idea de respetar el tiempo y el turno de cada persona, nosotros éramos regulares en el banco y uno de los cajeros era un conocido y siempre nos atendía sin que tuviéramos que formarnos.
Ese día el sistema estaba muy lento y cada persona se tomaba un tiempo muy largo para completar sus transacciones, lo que generó que los que llegaban al banco decidieran colarse en la fila, yo no quería permitir que esto pasara y me generó varios roces con más de uno. Para colmo, después de varias horas de ya estar desgastado por la larga espera el cajero amigo se molestó conmigo por no haber ido con él a realizar mi transacción, lo que a mi parecer provino del hecho de que no acudí a él para retirar mi dinero.
Todo esto me hizo visualizar que los antivalores también pueden generar una idiosincrasia, especialmente cuando es respaldada por un gobierno y una crisis que no permite el desenvolvimiento armonioso de la sociedad
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