Hola Hive, espero que todos estén bien. Yo continúo con el relato de este proceso de enseñanza-aprendizaje recíproco con Otoño. Como les comenté en el post anterior, ese no fue el único inconveniente que surgió en la transición del bocado al freno de hierro. El problema que hoy les voy a contar es que empezó a levantar mucho la cabeza y a abrir la boca cuando queríamos frenar.
Esto no permitía, además, que el freno se utilizara correctamente, ya que no empleaba bien sus cuartos traseros, principalmente, para frenar.El motivo de que pasara esto es que el freno tiene demasiada palanca y, además, un puente grande que, cuando tiramos de las riendas, le hace mucha presión sobre el paladar. Sí, debería cambiarlo igualmente, pero hasta el momento es el que tenemos.
Para solucionar el inconveniente, lo que hice fue manejarlo más con el bozal y dejar solo colocado el freno para que no pierda la costumbre. Y, cuando aprenda más, no será necesaria tanta presión para él, porque ya comprenderá mejor el mecanismo, por llamarlo de alguna manera.
Además, lo que hago también es dejarlo un buen rato con el freno puesto sin montarlo aún. Sumado a esto, fui enseñándole a que comprenda lo que se le pide —avanzar, girar, etc.— con órdenes verbales y, sobre todo, utilizando las piernas y el cuerpo en diferentes posiciones en general. Para esto es necesario mucha paciencia y hacer que se relaje mucho. Él es un caballo con mucho temperamento y debe aprender también a dosificar la energía. Con trabajo, paciencia y un poco de fortuna, fuimos encontrando la manera de que se comporte cada vez mejor, poniendo correctamente su cabeza y sin abrir la boca.
Además, para mí es muy enriquecedor, porque antes de trabajar con él, reflexiono y veo cómo estoy de ánimo y energía. Así que puedo decir que encontré, a su vez, una terapia. Lo bueno es que no me cobra las consultas, jajaja.
Bueno, querida comunidad, más adelante les seguiré contando cómo siguió todo. La próxima les cuento cómo no quería dejarse montar y cómo se solucionó.Saludos, David