Más puede el poema en su anhelo de salir. Mucho que agradecer a los amigos que por aquí transitan y leen, con alma abierta y corazón dispuesto este nuevo
OFICIO DE VAGABUNDO (VIII)
Yo soy un aguafiestas. No veré la caída en combate de mis huesos. Yo tuve opción para morir. El humo de otro cigarro funda mis errores, mis telarañas, mi ceniza fuerte. Ayer los miedos. Hoy esta costumbre de vagabundo. Hoy lucen las calles su fealdad que envidia mi osamenta. Con tres pasos yo puedo ser. Me digo que duele mi sudor. La madrugada interrumpe. ¿La tarde se pregunta? Quizás otros reptiles del cansancio, una joven nariz para lo sucio, un pie donde mi oído se divisa incómodo. La noche más feroz, más dichosa, más ella, más hetaira. De súbito un escándalo, una cruz y los músicos tocan esa fúnebre melodía. Levantan mi disfraz que lloró sus terrores invisibles. No me dejan comer junto a la frágil imagen de mi cuerpo. Supe todo lágrima a lágrima. Tú mueres, huyes... (lo dijo el susto que yo soy). Asoma tras los escombros mi felicidad.