Kintsugi emocional: belleza en lo roto, arte en lo humano ENG-ESP

Hola mis amigos de Hive, después de un largo tiempo sin escribir debido a una desmotivación me levanté y quiero compartir con ustedes un texto sobre la fragilidad en la cual vivimos y hemos pasado muchas veces en nuestra vida. La fragilidad no es símbolo de debilidad, es una grieta por donde entra la luz y el temblor que revela que estamos vivos y sentimos, es el susurro que nos recuerda que somos humanos, en un mundo que nos ha enseñado a glorificar la fuerza, el ser productivo y el control total de nuestras emociones, hablar de fragilidad puede parecer incómodo para muchos e incluso peligroso. Pero si la observamos desde un punto de vista humano y psicológico, podemos descubrir que la fragilidad no es el enemigo: sino más bien que es el umbral hacia una vida más auténtica.  Desde que nacemos todos y cada uno de nosotros somos frágiles, dependemos de otros para sobrevivir, para aprender a caminar, hablar y hasta para amar. Nuestros huesos se quiebran, nuestra piel se rompe, nuestras emociones fluctúan entre sí, pero todo esto no se resume como un defecto, sino que es la base de nuestra capacidad de conexión con la vida.  Nuestra fragilidad permite pedir ayuda a los que están con nosotros, nos permite abrazar, llorar, reír con el corazón y también ser tocados por la belleza y el dolor, y aquí es donde nos damos cuenta que la fragilidad humana convive con la ternura, empatía, la compasión Y esto es lo que nos hace mirar al otro y decir: Yo también he estado allí, pongo en tus zapatos.  Negar la fragilidad es negar parte de nuestra humanidad, fingir que no sentimos, que no fallamos, que no necesitamos a nadie para poder seguir adelante nos convierte en máscaras ambulantes, como diría un viejo amigo en cascarones vacíos, pero cuando aceptamos nuestra fragilidad nos volvemos más fuerte, no porque dejemos de temblar, sino porque aprendemos a temblar juntos y así evolucionar.  Ahora si lo analizamos desde un punto psicológico, donde podemos ver el mapa de nuestros límites, la fragilidad se ve manifestada como ansiedad, miedo, inseguridad y traumas, siendo esta una señal de que algo en lo más interno de nosotros amerita atención, cuidado y reparación, con esto no quiero decir que sean síntomas de locura sino más bien llamados de nuestra mente para que escuchemos y analicemos lo que hemos ignorado en nuestra cotidianidad. Ella no es un obstáculo para nuestro crecimiento personal, sino más bien un punto de partida, cuando reconocemos nuestras heridas y podemos empezar a sanarlas, he aquí el momento que aceptamos que no lo sabemos todo y podemos aprender, admitiendo que estamos rotos, pero dispuestos a reconstruirnos interna y externamente. Entonces, partimos hacia otro punto como lo es la salud mental, fundamentada en la capacidad de convivir con la fragilidad y crecer, teniendo claro que podemos presentar días oscuros sin perder la esperanza, entendiendo que pedir ayuda no nos hace menos, sino mas humanos y grandes ante las situaciones pasadas y venideras.  He aquí cuando los avances modernos nos demuestran que la fragilidad es una oportunidad, en la cual nos conocemos y podemos transformarnos para fomentar vínculos más reales, ya que nadie sana solo, y nadie esta completamente sano con el tiempo, demostrando que la es parte de un proceso para llegar a un fin.  Entonces analizando y viviendo entramos en algo sumamente grato y es el renacer desde lo roto, como podríamos ver en la tradición japonesa de Kintsugi donde las grietas de lo roto se rellenan con oro, volviendo lo roto más valioso y he aquí nuestra fragilidad, ese espacio que d rienda a un lugar donde nace lo valioso, lo hermoso y lo sagrado. En tiempos de crisis, esta fragilidad tan valiosa se convierte en brújula, demostrando lo importante, lo que puede doler y lo que necesitamos sanar, conectándonos con los otros que también están temblando y nos recuerda que la vida no es una carrera como nos han dicho, sino un viaje compartido, que permite demostrar la fuerza y lo grande de la fragilidad, que no es nada más que un comienzo para una vida más honesta, más profunda y más humana.  Así que no la escondas, no la niegues ni la juzgues, sino que abrázala con fragilidad porque en ella está un valioso poder que invitan a crecer cada día más. Imagenes CANVAS PRO  #english Fragility is not a symbol of weakness; it is a crack through which light enters and a tremor that reveals that we are alive and feel. It is the whisper that reminds us that we are human, in a world that has taught us to glorify strength, productivity, and total control of our emotions. Talking about fragility may seem uncomfortable for many and even dangerous. But if we look at it from a human and psychological point of view, we can discover that fragility is not the enemy: rather, it is the threshold to a more authentic life.  From the moment we are born, each and every one of us is fragile. We depend on others to survive, to learn to walk, talk, and even to love. Our bones break, our skin tears, our emotions fluctuate, but all of this is not a defect; rather, it is the basis of our ability to connect with life.  Our fragility allows us to ask for help from those around us, to hug, cry, laugh with our hearts, and also be touched by beauty and pain. This is where we realize that human fragility coexists with tenderness, empathy, and compassion. And this is what makes us look at others and say: I've been there too, I've walked in your shoes.  To deny fragility is to deny part of our humanity. Pretending that we don't feel, that we don't fail, that we don't need anyone else to move forward turns us into walking masks, or as an old friend would say, empty shells. But when we accept our fragility, we become stronger, not because we stop trembling, but because we learn to tremble together and thus evolve.  Now, if we analyze it from a psychological point of view, where we can see the map of our limits, fragility manifests itself as anxiety, fear, insecurity, and trauma, which is a sign that something deep inside us deserves attention, care, and repair. By this, I do not mean that these are symptoms of madness, but rather calls from our mind for us to listen and analyze what we have ignored in our daily lives. It is not an obstacle to our personal growth, but rather a starting point. When we recognize our wounds and can begin to heal them, that is the moment we accept that we do not know everything and can learn, admitting that we are broken but willing to rebuild ourselves internally and externally. Then, we move on to another point, which is mental health, based on the ability to live with fragility and grow, knowing that we may have dark days without losing hope, understanding that asking for help does not make us less, but more human and greater in the face of past and future situations.  This is when modern advances show us that fragility is an opportunity in which we get to know ourselves and can transform ourselves to foster more real bonds, since no one heals alone, and no one is completely healthy over time, demonstrating that it is part of a process to reach an end.  So, by analyzing and living, we enter into something extremely gratifying, which is rebirth from brokenness, as we can see in the Japanese tradition of Kintsugi, where the cracks in broken objects are filled with gold, making them more valuable. And here lies our fragility, that space that gives rise to a place where the valuable, the beautiful, and the sacred are born. In times of crisis, this precious fragility becomes a compass, showing us what is important, what can hurt, and what we need to heal, connecting us with others who are also trembling and reminding us that life is not a race, as we have been told, but a shared journey that allows us to demonstrate the strength and greatness of fragility, which is nothing more than a beginning for a more honest, deeper, and more human life  So don't hide it, don't deny it, and don't judge it, but embrace it with fragility because in it lies a valuable power that invites us to grow more and more every day. 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