Hay anécdotas que solo pueden contarse con el sabor justo entre nostalgia y humor. Esta historia, escrita desde mi experiencia migrante, rememora ese instante en que un simple antojo de comida china se volvió una travesía lingüística, cultural y culinaria.
Esa vez que me antojé de comida china en Buenos Aires. Cuando el delivery todavía se llamaba “entrega a domicilio”. Busqué entre la colección de panfletos en el cajoncito de la mesa telefonera. Había ofertas de pizzas, empanadas, hamburguesas y pollo al espiedo por montón. Pero solo uno de comida china.
¡Por fin! El panfleto azul celeste, con letras rojas y un menú de platos asiáticos para elegir. Lo revisé con cuidado, no quería equivocarme al pedir. ¿Sería como en casa? Allá en Cumaná solíamos comer chop suey, arroz frito, costillitas agridulces, chow mein… En el menú figuraban casi iguales. Al menos, los nombres me resultaban familiares.
Levanté el teléfono, marqué. Sonó dos veces. Del tubo salió una voz aguda, con esa articulación robótica y enlatada de quien aprendió castellano con un coterráneo. Saludó, se identificó y preguntó por el pedido. Fui dictando con calma, y consultando mis dudas. Él respondía con monosílabos o frases muy cortas.
Yo, con mi acento venezolano bien rajao, le leía cada encargo al chino. Él, intentando responderme en porteño.
Se puso difícil. Hubo un punto en el que nuestra conversación era solo preguntas. Hasta que por fin logramos entendernos.
Pero me di cuenta de que faltaba lo infaltable en un pedido de comida china a la venezolana… y pregunté:
—¿Tienes lumpias?
Silencio.
—¡Aaaah! Usté no é de acá —me dijo.
—No —le respondí. (Y pensé: y tú tampoco).
—Acá no se llama lumpia. Acá se dice arrolladito primavera.
—¡Mirá vos! ¿Me traés dos?
Colgué el tubo alucinada, confundida, celebrando mi proeza políglota para poder comer comida china a la venezolana… en Buenos Aires.
¡Ni que me hubiese fumado una lumpia!
Los sabores cambian, los nombres también. Pero el hambre de pertenencia —esa necesidad de reconocernos en lo ajeno— sigue siendo el ingrediente más sabroso de todos. Gracias por leer hasta aquí y una vez más.