Vida mía, no esperes. No esperes que la respiración sea más débil Tan débil que solo te cause fatiga Fatiga que hará tu aliento aún más lento.
No esperes a que la soledad sea quien te haga compañia, Compañia que en el silencio te gritar, haciendo ruido.
Vida mía, no esperes. No esperes a que la brisa mueva de un lado a otro los lirios, Lirios que no podrás ver, ni oler, aún cuando estén contigo. No esperes que salga el sol y caiga por la noche sin tan siquiera notarlo, Ni sin sentir la lluvia o su rocío.
Vida mía, no esperes. No esperes que se acaben las fuerzas y los brazos ya no puedan apretarle en su regazo, Regazo que estará débil y delgado por el pasar de los años.
Vida mía, no esperes. No esperes que el agua que cae, se vaya de las manos. Manos que solían llevarme por el camino a su lado. No esperes que las flores del camino se marchitan, y su aroma se haya apagado.
Vida mía, no esperes. No esperes a que el cuerpo esté frío y a la muerte sea entregado. No esperes que la señora de la noche se lo haya llevado, para entender que el amar ahora es cuando.
Porque del más allá poco sabemos; aunque en otra vida podamos encontrarnos, es en esta donde debemos amar como si no existiera un mañana y el hoy se nos fuera acabando.
—Simplemente Eli—