Hello, friends of Holos & Lotus.
This is a special post on two fronts, both because @abelarte is responsible for the initiative and because it's about gratitude. However, I'll talk about the other side of the coin: ingratitude.
I've never understood how people can be ungrateful. Even more so in this time, after having suffered something as terrible as the Covid-19 pandemic, where the importance of being grateful was put to the test.
Ingratitude is one of the worst qualities a human being can have. It's like a silent blade that can cut very deep. Ingratitude not only hurts, but also destroys trust, love, and even creativity.
Especially in the art world, where everything is built with passion and dedication, a lack of gratitude is like a black mark on the paper.
I've seen how artists dedicate their lives to creating, to giving beauty. How they help others steer their work in the right direction. I've witnessed the time spent dedicated to others, only to be ignored, forgotten, or worse, used without a shred of recognition.
It's heartbreaking to pour your soul into a work of art and have no one appreciate the effort, time, and sacrifices you've made. Ingratitude in art is especially cruel because the creator gives not only their work, but also a piece of their essence.
It's very true that we shouldn't help in search of public recognition or payment for our actions. It's not necessary. But when the credit for our work falls into other people's hands or we are erased from history, as if we'd never done anything, it hurts. Forgetting is also another form of ingratitude.
But this evil doesn't only exist in art; it's everywhere. People who receive help and then turn their backs, friends who forget favors, lovers who don't value the affection received. Ingratitude is something toxic that corrodes relationships and makes us colder, more selfish. It makes us believe we deserve everything without giving anything in return. It's almost as if we're losing our humanity.
As if the world were populated by hyenas.
However, in the face of so much darkness, there is a powerful light: gratitude.
Giving thanks costs nothing, but it changes everything. A simple thank you, given from the heart, can brighten someone's day, make them feel seen, valued.
That is the greatest reward of all.
Gratitude connects us, reminds us that we are not alone and that we all depend on others at some point. When we are grateful, we become more humble, more aware of what we receive, and therefore more generous.
Plus, the universe gives us back in kind.
Over the years, I've learned that being grateful not only improves my relationships, but also my heart. Every time I recognize the good things others do for me, I grow as a person.
When someone appreciates what I do, I feel like all the effort is worth it; as is the case with my students, for example.
It's a beautiful cycle: gratitude generates more gratitude, love calls for love.
The world would be a better place for everyone if we left ingratitude behind. If, instead, we stopped to look into the eyes of those who reach out to us and said: Thank you, this means a lot to me.
In art and in life, we need more of that. We need to remember that behind every work, every gesture, there is a heart that beats and deserves to be appreciated.
In the end, gratitude not only makes us better people, but it also saves us from the coldness of selfishness. It teaches us to see beauty in the details, to honor the efforts of others, and to live with an open heart. And that, believe me, is the true art of living.
Versión en español
Hola, amigos de Holos & Lotus.
Esta es una publicación especial por partida doble, ya que el responsable de la iniciativa es @abelarte y porque trata sobre la gratitud. Sin embargo, yo hablaré sobre la otra casa de la moneda: la ingratitud.
Nunca he entendido cómo las personas pueden ser ingratas. Aún más en esta época, luego de haber sufrido algo tan terrible como la pandemia del Covid-19, donde se puso a prueba la importancia de ser agradecidos.
La ingratitud es una de las peores cualidades que puede tener el ser humano. Ella es como una cuchilla silenciosa que puede cortar muy profundo. La ingratitud no solo duele, sino que también destruye la confianza, el amor y hasta la creatividad.
Sobre todo en el mundo del arte, donde todo se construye con pasión y entrega, la falta de agradecimiento es como una mancha negra sobre el papel.
He visto cómo artistas dedican su vida a crear, a regalar belleza. Cómo ayudan a otros a encauzar su obra por el buen camino. He sido testigo del tiempo de vida dedicado a otros, solo para ser ignorados, olvidados o, peor aún, utilizados sin un mínimo de reconocimiento.
Es desgarrador entregar el alma en una obra y que nadie valore el esfuerzo, el tiempo y los sacrificios realizados. La ingratitud en el arte es especialmente cruel porque el creador no solo da su trabajo, sino también un pedazo de su esencia.
Es muy cierto que no debemos ayudar en busca de ese reconocimiento público ni de un pago por nuestras acciones. No es necesario. Pero, cuando el mérito por nuestro trabajo cae en manos de otras personas o somos borrados de la historia, como si nunca hubiéramos hecho nada, eso duele. El olvido también es otra forma de ingratitud.
Pero este mal no solo existe en el arte; está en todas partes. Personas que reciben ayuda y luego dan la espalda, amigos que olvidan los favores, amores que no valoran el cariño recibido. La ingratitud es algo tóxico que corroe las relaciones y nos vuelve más fríos, más egoístas. Nos hace creer que merecemos todo sin dar nada a cambio. Es casi como si estuviéramos perdiendo nuestra humanidad.
Como si el mundo estuviera poblado de hienas.
Sin embargo, frente a tanta oscuridad, hay una luz poderosa: la gratitud.
Agradecer no cuesta nada, pero lo cambia todo. Un simple gracias dado de corazón, puede alegrar el día a alguien, hacerle sentir visto, valorado.
Ese es el mejor pago de todos.
La gratitud nos conecta, nos recuerda que no estamos solos y que todos dependemos de los demás en algún momento. Cuando somos agradecidos, nos hacemos más humildes, más conscientes de lo que recibimos y, por lo tanto, más generosos.
Además, el universo nos lo devuelve con creces.
A lo largo de estos años, he aprendido que ser agradecida no solo mejora mis relaciones, sino también mi corazón. Cada vez que reconozco lo bueno que otros hacen por mí, crezco como persona.
Cando alguien agradece lo que yo hago, siento que todo el esfuerzo vale la pena; como es el caso de mis alumnos, por ejemplo.
Es un ciclo hermoso: la gratitud genera más gratitud, el amor llama al amor.
El mundo sería un mejor lugar para todos, si dejáramos atrás la ingratitud. Si, en cambio, nos detuviéramos a mirar a los ojos de quien nos tiende la mano y dijéramos: Gracias, esto significa mucho para mí.
En el arte y en la vida, necesitamos más de eso. Necesitamos recordar que detrás de cada obra, de cada gesto, hay un corazón que late y merece ser valorado.
Al final, la gratitud no solo nos hace mejores personas, sino que también nos salva de la frialdad del egoísmo. Nos enseña a ver la belleza en los detalles, a honrar el esfuerzo ajeno y a vivir con el corazón abierto. Y eso, créanme, es el verdadero arte de vivir.