GRITOS DEL CORAZÓN
La brigada 964 del cuerpo de bomberos partió rápidamente hacia el barrio la libertad de la ciudad de Cali, un temblor de mediana magnitud, había dejado en peligro de desplomarse a algunos edificios; uno de estos era conocido como el edificio azul, que además estaba ardiendo en llamas. Hacia él se dirigían los bomberos
Cuando llegaron había un gran alboroto, muchos sollozos y gritos de ¡hay que sacar a los niños! Una madre desesperada intentaba ingresar al edificio, diciendo que ahí estaba su hijo, pero la policía se lo impedía.
El edificio de cinco pisos, era usado por los niños para jugar, además muchos lo conocían, pues allí funcionó hasta hace poco la principal escuela del barrio.
Juan González y su equipo, entraron al viejo edificio para rescatar a los niños; 10 minutos después, mientras el edificio crujía, lograron sacar a 5 niños sanos y salvos.
“¡Estos son todos!”. Dijo el sargento Moreno, pero justo antes de salir del edificio, el teniente González dijo que había escuchado gritar a alguien e iba a entrar a buscarlo. Nada pudieron hacer sus compañeros para impedir que él fuera en busca de quien emitió aquel grito, como si además de cumplir con su deber, una fuerza interior lo impulsara a entrar de nuevo al edificio.
Entre tanto la esposa del teniente González marcaba una y otra vez al teléfono de este, pero él no le respondía; entre lágrimas y angustia veía las noticias en la televisión sobre el edificio; pero también tenía su propio drama, pues su hijo de 10 años, no había regresado a casa aún. Se había marchado a la casa de un compañero de escuela, y allí tampoco le respondían a la angustiada madre.
Mientras, el edificio azul, poco a poco comenzaba a desplomarse rugiendo más fuerte cada vez, la gente no podía ocultar su preocupación por el bombero que estaba adentro, buscando a esa otra posible víctima.
Justo antes de que el edificio se desplomara por completo el teniente González se lanzó por el balcón del segundo piso, llevando a un niño de al menos 10 años en sus brazos, poniendo su propio cuerpo entre el niño y el césped, golpeando su cabeza contra este y perdiendo el conocimiento de inmediato; la angustia por salvarlo y la oscuridad, no le permitieron fijarse en el rostro del niño. Una hora después Ana recibió la noticia de que su hijo había sido rescatado por los bomberos y que estaba sano y salvo en el hospital.
Al día siguiente sale en la televisión y en los diarios locales, la noticia: “Un valiente bombero al cumplir con su deber, ha salvado de una muerte segura a un niño, sin saber que se trataba de su propio hijo”.
En el hospital, el bombero se recupera de las heridas sufridas, mientras recibe las caricias de su esposa Ana y su hijo.
Cuando González le dijo a su hijo que había escuchado sus fuertes gritos, este le dijo: “Yo nunca grité, papá.”
Autor: Emilio Madrid (@emilmadrid)
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