Estamos en el tiempo que el amor está pasado de moda, en el que la fidelidad se ha vuelto motivo de hazme reír.
Estamos en el tiempo donde las relaciones se califican por las fotos subidas, por los likes recibidos y por los comentarios de cientos de contactos.
Estamos en tiempos de entregar poquito para no salir dañados, de no dejar salir los verdaderos yo para no ser menospreciados.
Estamos en tiempos tan difíciles que ya suena demasiado extraño decir que buscas un amor eterno.
Estamos en tiempos extraños, donde se saben muchas cosas pero no se sabe amar.
Tiempos repletos de sinrazones, de hipocresía, de conveniencias, en los cuales nada es lo que parece y todo lo que parece suele estar distorsionado por los vaivenes de una vida que ha dejado de serla.
Estamos en tiempos donde las armaduras son la principal vestimenta que debemos ponernos para no ser heridos y las máscaras son tan comunes que cada día es un carnaval.
Estamos en los tiempos que pueden ser, el de los últimos días o la antesala a la muerte de los sentimientos puros que se ahogan en la facilidad del sexo y de la extinción de las virtudes, tiempos similares a los de Sodoma y Gomorra.