La vida es de éxitos y fracasos, de altos y bajos, y en el amor no es una excepción.
Cuando somos jóvenes o inmaduros muchas veces tomamos el amor como un juego.
Estamos con una y otra persona sin saber lo que es el amor verdadero, talvez porque no sabemos, o talvez porque no queremos...
Muchas veces solo por diversión o placer...
Pero mientras va avanzando el tiempo y los años nos van asfixiando con su pesada carga, o maduramos sin importar la edad, vamos dejando de lado esas rumbas, esas amistades, esos encuentros de diversión y placer con una persona distinta cada vez...
Y es ahí cuando llega el tiempo de cambio...
Es ahí cuando solo queremos estar con una persona, con la cual reír, llorar, bailar, cantar y más...
Hacer todo juntos, sin importar el tiempo, sin importar si llueve hace sol o hay fuertes vientos...
Cuando llega ese tiempo no importa lo físico.
Lo que verdaderamente importa en ese momento son los sentimientos, aquellos que muestran el verdadero afecto...
Afecto que forma a dos cuerpos.
Aquellos cuerpos que juntos son uno, aquellos cuerpos que nunca más separará el tiempo por más fuerte que soplen los vientos.