Ya no me pesa el eco,
ni el gesto que no llegó a ser palabra.
La silla vacía dejó de dolerme,
y el silencio,
ese que antes mordía,
ahora me acompaña como sombra tibia.
No hay rencor en el paso,
solo memoria que aprendió a no gritar.
Las hojas caen,
pero no me arrastran.
El viento sopla,
y yo ya no me inclino.
Fui raíz,
fui grieta,
fui espera.
Fui piedra,
Ahora soy tránsito.
Soy el borde que no teme al abismo,
porque ya lo he cruzado.