Cuento: Experimento Onírico

@eugemaradona · 2025-09-15 22:30 · Literatos

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Daira estaba desesperada, tenía que pagar el alquiler y había perdido su trabajo. Los ahorros que había acumulado se habían agotado rápidamente, ya que no podía conseguir otro trabajo que se amoldara a sus horarios de clases. Incluso se estaba planteando la posibilidad de dejar su carrera. Una tarde, mientras caminaba por los pasillos de la facultad, un anuncio llamó su atención: "Buscamos voluntarios para un experimento del sueño, será arancelado". Su corazón dio un salto, ¡era justo lo que necesitaba! Aunque la palabra “experimento” no le atraía demasiado y provocaba en ella cierto rechazo, no pudo dejar pasar la oportunidad de conseguir dinero fácil.

El anuncio provenía del ala de la facultad de medicina y allí, decidida, se dirigió. Una mujer de lentes la atendió y le explicó cuáles eran los requisitos para postularse. Los participantes no debían sufrir de insomnio ni tener ningún trastorno mental. Daira no los tenía, que ella supiera, y se inscribió. El día de la entrevista conoció al profesor encargado, el Dr. Gómez, que le explicó que el experimento consistía en someter a los participantes a una serie de pruebas de sueño. No fue más específico y contestó con evasivas sus preguntas, por lo que la joven comenzó a dudar, hasta que le habló del pago, que resultó ser bastante generoso.

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Los días pasaron y, al llegar la fecha del experimento, Daira se sentía nerviosa pero emocionada. ¡Además, necesitaba el dinero! La dueña del departamento le había llamado tres veces y se estaba molestando con sus excusas para no pagar el alquiler. En la sala de pruebas, que resultó ser un salón equipado para la ocasión, conoció a los otros voluntarios: Javier, un estudiante de psicología; Alicia, una madre soltera que estudiaba contaduría; y Samuel, un artista que siempre llevaba su cuaderno de dibujos bajo el brazo. El doctor les habló sobre la importancia del sueño y cómo este influía en la salud mental, mientras una enfermera preparaba el equipo. Otro hombre de cabello largo que usaba un guardapolvo deambulaba por la sala controlando que todo estuviera bien.

El experimento comenzó. Daira se acomodó en una cama mientras el médico de cabello largo le colocaba electrodos en la cabeza. Se sentía nerviosa y preocupada, no le agradaba aquella sala improvisada. ¿Por qué no harían un experimento tan importante en el hospital local donde todos sabían que la facultad tenía acceso? Miró a Alicia y está, aunque pálida, le sonrió para darle ánimos. Cerró los ojos y los abrió de golpe cuando la enfermera le inyectó algo. “Es sólo un tranquilizante”, le dijo con una sonrisa extraña y unos ojos que no la acompañaban. Casi de inmediato, el sueño comenzó a fluir.

Cuando Daira despertó, se sintió diferente. Estaba empapada en sudor y su corazón latía con fuerza. Los dos médicos estaban a su alrededor y la enfermera los miraba a la distancia. Al verlos captó un gesto de alivio en los tres, que la pudo nerviosa. A sus preguntas, le comunicaron que había completado las pruebas con éxito y el Dr. Gómez la felicitó. Al incorporarse, Daira notó que las demás camas estaban vacías. Cuando salió de la sala el médico de pelo largo le entregó un sobre lleno de dinero, entonces notó el nombre que tenía bordado en el guardapolvo: “Dr. Kumar”.

Al día siguiente, algo extraño comenzó a suceder. Mientras caminaba por la calle yendo a su facultad, Daira escuchó murmullos. Al principio pensó que eran las voces de la gente a su alrededor, pero pronto aumentaron de volumen y se dio cuenta de que eran voces que la llamaban por su nombre. Se detuvo y miró a su alrededor, pero no había nadie cercano. Seguramente me confundí, pensó. Sin embargo, en medio de una clase sintió cómo alguien gritaba su nombre… ¡pero nadie gritaba! Salió del aula casi corriendo, aterrorizada. ¿Qué estaba pasando? ¿Era alguna reacción al experimento? Inquieta, pensó en los otros participantes. ¿Ellos estarán pasando por lo mismo? Más tarde le mandó un mensaje al celular de Alicia, que era el único que tenía, pero esta no respondió.

Esa noche se fue a dormir, esperando que el extraño fenómeno desapareciera. No obstante, comenzó otro: soñó con la mesa infantil que su madre le había regalado a los siete años y que ella llenaba de tazas de té, mientras colocaba a sus muñecas y osos de peluche en las sillas. Pero esta vez no estaban sentados sus juguetes en las sillas sino sus compañeros de experimento. Sus rostros estaban distorsionados y sus ojos parecían huecos. Los murmullos se convirtieron en gritos, pero ella no podía comprender lo que decían.

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Pasó una semana soñando lo mismo, mientras los gritos eran cada vez más débiles. Habló con Javier, que se rió de sus temores, y le aseguró que él no sentía nada extraño. Alicia fue más amigable, le dijo que había sufrido de insomnio dos días pero nada raro le había pasado. A Samuel no pudo ubicarlo. La siguiente semana comenzó con una visita inesperada, dos policías llamaron a su puerta. Su corazón se aceleró al verlos, temiendo que algo malo hubiera pasado. Buscaban a Samuel, que había desaparecido. En una nota escrita a mano en un cuaderno de la facultad hallaron su nombre junto a dos más. Quiso contarles sobre el experimento, pero no se atrevió, ya que había firmado un acuerdo de confidencialidad.

Después de que los policías se fueron, la desesperación la envolvió. Volvió a hablar a Javier, que esta vez sonó tan preocupado como ella. Además le confesó que sí había tenido un sueño extraño. En este aparecía Samuel pidiéndole ayuda, por lo que la visita de la policía lo había alterado. Le propuso juntarse en un café al día siguiente para debatir la posibilidad de hablar sobre el experimento, aunque quebraran una regla, era necesario. Daira le aseguró que iría y que contactaría a Alicia para que fuera también, sin embargo esta no respondió sus llamadas ni sus mensajes.

Al día siguiente esperó una hora a Javier en el café, pero no apareció ni respondió sus mensajes. Los sueños habían comenzado a alterarla tanto que se obligaba a no dormir. Estaba tan cansada y preocupada que decidió que lo mejor sería volver a aquella sala del ala de medicina. Sin embargo, ese día había una conferencia de un médico muy importante y famoso, por lo que no pudo pasar más allá de la puerta principal. En el departamento de alumnos le dijeron cómo contactar al profesor Gómez, pero no sabían de nadie que se llamara Kumar. Decidida a descubrir la verdad, se contactó con el Dr. Gómez y le explicó lo que estaba pasando. El hombre se preocupó y comenzó a actuar de forma rara. Le dijo que nada tenían que ver sus pesadillas con el experimento y mucho menos estaba relacionado con la desaparición de Samuel. Daira no se conformó. Entonces el médico le explicó que estaban estudiando junto al doctor Kumar un fenómeno poco común llamado “comunicación onírica”, es decir la capacidad de interactuar o intercambiar información con otras personas mientras se está dormido. Los resultados eran confidenciales y le prohibió hablar de ello con la policía. Luego logró calmarla y le aseguró que aquellas pesadillas aparecían porque estaba preocupada por sus amigos, nada más. Ya desaparecerían. Y Daira lo creyó.

No volvió a aparecer la policía por su departamento y logró calmarse, aunque las pesadillas seguían. Intentó seguir con su vida, hasta que las voces volvieron. Esta vez las oyó con claridad, le pedían ayuda. El terror la invadió y la mente de Daira se llenó de confusión. Las noches siguientes fueron una batalla constante, hasta que decidió contactar personalmente a Alicia y a Javier. Entonces las cosas empeoraron. Se enteró que Javier no volvió a clase y que Alicia había dejado su habitación de la pensión en donde se alojaba junto con su bebé.

Aquella noche tuvo una idea. La pesadilla se manifestó como siempre pero esta vez estaba preparada. Al ver a sus amigos frente a la mesa comenzó a hacer preguntas. Al principio parecían no escucharla, hasta que Alicia dio vuelta el rostro y la miró a los ojos. Había sorpresa en ellos. Daira se acercó y colocó sus manos en los hombros de la joven. El contacto con ellos las hizo estremecer a ambas. Mientras cerraba los ojos, gritó con todas sus fuerzas, dónde estaban. Alicia habló pero el sonido se perdió en el trayecto, su amiga sólo sintió un murmullo desesperado. Javier se levantó de la silla y empezó a comunicarse con gestos. Estaban atrapados… Estaban en ¿una casa?... No. No era una casa, era un edificio. Un lugar lleno de camas. ¿Un hospital?... No. La imagen se disolvió rápidamente.

Al abrir los ojos, se encontraba en su cama, empapada de sudor. El terror no había desaparecido por completo, pero Daira había encontrado la fuerza para enfrentarlo. Todo ese día estuvo tratando de descifrar los gestos de Javier, hasta que, ya avanzada la tarde, tuvo una idea. Corrió por los pasillos semioscuros del ala de la facultad de medicina hacia donde recordaba que se había realizado el experimento. Al abrir la puerta de la sala encontró cuatro camas, tres de ellas ocupadas por sus compañeros que dormían profundamente.

El doctor Gómez y el doctor Kumar se dieron la vuelta y sonrieron… El experimento había tenido éxito.

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Créditos: el cuento es original y es de mi autoría. El banner lo creé con el editor Canva. La imágenes tienen su fuente debajo.

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