Recurso](https://pixabay.com/photos/cuba-mariel-havana-3285540/)
En realidad no logro precisar cómo fue posible que se produjera este mágico encuentro, solo sé que me encontraba en Cayo Hueso, sentado frente al mar, contemplando el amanecer, cuando de repente sentí sobre mi hombro el peso de una mano firme y acto seguido un afectuoso saludo: - Buenos días, amigo, contemplando la mar? Sin detenerme a mirar, instintivamente dije: - Así le llamaba Santiago, el de El Viejo y el Mar... Sin darme tiempo a decir más, con incomparable emoción me tomó por los hombros preguntándome si me había gustado la noveleta. Fue entonces que mi sorpresa alcanzó su climax: tenía ante mí a Hemigway en persona. La simpatía se incrementó cuando le di a conocer que se trataba de uno de mis libros favoritos y que como profesor de Literatura, en múltiples ocasiones lo sometí a análisis con mis alumnos, los cuales quedaron maravillados con la obra. Cuando supo mi afición por la pesca, mostró una gran satisfacción, y señalándome una embarcación anclada cerca de nosotros, me invitó a abordarla. Sin pensarlo dos veces accedí gustosamente. Antes de iniciar el viaje tomó su teléfono celular y me explicó que tenía una cita concertada con Frida Calo y Diego Rivera, quienes se encontraban en Cancun disfrutando de una breve temporada. Durante el trayecto intercambiamos ininterrumpidamente, parecía que nos conocíamos de toda la vida. Me contó su pasión por Cuba, me dijo que los cubanos somos muy chéveres, fue el término que utilizó, y lo dijo como algo que tenía muy bien pensado; corroboró que el Floridita era su lugar favorito, pues allí se sentía como en su propia casa. También hizo referencia a su casa en La Vigía, donde todavía existen disecadas las cabezas de animales que había cazado. De repente, el rostro iluminado por los lindos recuerdos se transformó, fue como si un fiero insecto lo hubiera picado, pues comenzó a hablar sobre el tema de la guerra : - las guerras son el peor enemigo de la humanidad- aseveró dando un golpe sobre la cubierta. Todavía con el rostro contraído me confesó su participación en la guerra, haciendo énfasis en que fue como enfermero, solo para atender a los heridos y necesitados. Me explicó que esa amarga experiencia surgió su novela Por Quién Doblan las Campanas. En ese momento la embarcación se movió estrepitosamente, las olas se hicieron gigantes, lo que me llevó a asirme con fuerza al borde y que mi rostro reflejara la sensación de pánico. Ante esta escena, él con una amplia sonrisa me informó que habíamos llegado a la corriente del Golfo, que no me preocupara. Muy pronto el vuelo de las gaviotas delataba la proximidad de la costa. Hemigway tomó su teléfono y activó el localizador para verificar si el rumbo que llevábamos era correcto, se aproximó a mí señalándome que estàbamos llegando. En efecto, en menos de media hora estábamos atracando en el muelle donde sonrientes nos aguardaban Frida Calo y Diego Rivera... pero en este punto mi gira se vio tronchada cuando desperté.