Un domingo más. Me preparé para ir a la iglesia, no como una obligación, sino como una pausa consciente en la semana. El camino hacia allí me permite desconectar del ruido de la rutina. Pongo en silencio el teléfono y dejo atrás las preocupaciones del trabajo, las listas de tareas pendientes y las notificaciones constantes. Es un pequeño acto de libertad.
Hoy, las palabras del pastor me hicieron pensar en la importancia de la obediencia. Hoy Dios me recordó que, incluso en el ajetreo de la vida, siempre hay un espacio para la calma si me detengo a buscarlo.
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