Hoy, de repente, una ola de nostalgia me golpeó. Pensé en esos días inolvidables cuando mi vida giraba en torno a Yaravisión. Ser la animadora de un programa llamado Juventud Futurista no era solo un trabajo, era una aventura. Recuerdo la energía vibrante del estudio y los nervios al comenzar a grabar.
Juventud Futurista era más que un simple programa; era un espacio para conectar con otros jóvenes que, como yo, soñaban con cambiar el mundo. Cada programa era una oportunidad para explorar temas de música cristiana.
Lo que más atesoro de ese tiempo no son las cámaras o el micrófono, sino las personas. El equipo de producción, mis compañeros y, por supuesto, todos los jóvenes que sintonizaban el programa.
Hoy, aunque el tiempo ha pasado y mi camino ha tomado otra dirección, esos recuerdos de Yaravisión siguen siendo parte de mí. Me recuerdan la pasión, la creatividad y la energía que me impulsaron en esos años. Fue una etapa que me enseñó a comunicarme, a escuchar y, lo más importante, a creer en el poder de la juventud para forjar el futuro.
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