Arrullo de un amor abundante
Acostados en una pradera sin fin
mirando un amanecer de colores tenues
livianos como los besitos que nos damos
crece una honda canasta de frutas
de todos los colores y sabores, y nos percatamos
de un sueño a otro, se hace un bosque leve
donde flotan las caricias que te di
impregnadas de muchas dulces rutas
por las que siempre llego a ti:
quizás el mejor mundo que jamás tengamos.