Hoy por hoy se nos vende mucho la idea de que para querer a alguien, primero se debe querer uno mismo. Pero entonces me pregunto: ¿será posible que nos queramos nosotros mismos sin antes haber sido queridos? Pensemos en nuestras infancias, pensemos ahora en el afecto que nos dieron nuestros padres y madres o cualquier adulto importante para nosotros. Si el recuerdo de ese contexto específico es satisfactorio seguramente lo sea porque uno fue querido por estas personas, de lo contrario sería inconcebible imaginar a un niño o una niña siendo feliz en un ambiente aversivo o que no muestra afecto; no por gusto el lenguaje emocional es realmente importante en los primeros años de vida de las personas.
Pero sigamos imaginando ese contexto: pensemos ahora en cómo sería posible que un niño o una niña que fuese criado en un contexto aversivo, o al menos, indiferente desde el punto de vista afectivo, pudiese aprender cosas como lo que es tener una adecuada autovaloración o autoestima. Hay que partir de que, sobre todo desde la infancia, tanto la imagen que tenemos de nosotros mismos como la relación afectiva que tenemos con dicha imagen, nos llega desde afuera, la construimos desde el entorno, desde los adultos importantes para nosotros. Son ellos precisamente los que median en nuestra relación con nuestro contexto, y depende de ellos en gran medida que aprendamos, o no, patrones conductuales, cognitivos y emocionales positivos, o no, en ese sentido. Así que sí, desde el inicio de nuestras vidas, somos queridos antes de saber lo que es querernos nosotros mismos.
Incluso cabría preguntarse si esos adultos importantes que generalmente son nuestros padres y madres, cuando nos quisieron, ¿lo hicieron porque primero fueron capaces de quererse ellos mismos? Sería harto pretencioso asumir que sí cuando sabemos de numerosos casos de hogares disfuncionales y con problemas precisamente asociados a vulnerabilidades personológicas de uno u otro miembro, en los que no falta afecto y protección a los hijos e hijas. Incluso, sin caer en la romantización de la familia, muchos padres y madres se sacrifican a menudo soportando carencias para que a sus hijos e hijas no les falte nada o lo menos posible.
Pero entonces, contra todo pronóstico, llegamos a la vida adulta y se nos exige que nos queramos nosotros mismos antes de querer a alguien porque sí, porque es el discurso de moda, porque es lo políticamente correcto si nos guiamos por los manuales de autoayuda y toda esa psicología *pop* del amor propio, el empoderamiento y el autocuidado tan neoliberales. Lo que sucede con este discurso, más allá de lo ya dicho, es que asume *a priori* que para querer de manera «sana» a alguien más primero debemos querernos de una manera «sana» a nosotros mismos, lo cual cae en una especie de revictimización, pues de contra que no somos capaces de «querernos» dadas las circunstancias de una historia de vida aversiva que no nos enseñó a cómo hacerlo, pues además chocamos con que no podemos querer a alguien más, o sea, «ni me quiero ni puedo querer»: se duplica el malestar.
Resulta que le estamos quitando el poder terapéutico que tiene el poder querer a alguien más incluso por encima de nosotros mismos. Cuando lo hacemos, cuando queremos a alguien más de la manera que sea, al menos tenemos un motivo; algo que nos moviliza, un valor al que apuntar y algo que nos sostiene de no caer cuando todo el mundo a nuestro alrededor nos parece hostil de cierta forma. Privar de ello a la persona es privarla de sentido, pero los discursos dominantes llenos de prefijos auto- van en otro... sentido, en el que roza la mezquindad más áspera en el que las personas solo atienden a sus propias necesidades y vivencias mientras desprecian la otredad del vínculo en una dinámica consumista de rutinas, mindfulness (no es), dietas, etc., con el objetivo de ser más productivas y emprendedoras y en la que terminan siendo consumidas.
De hecho, -y cayendo más aún en la psicoterapia- en el psicoanálisis lacaniano, el amor de la transferencia es aquel que permite el lazo con el analista y da lugar a que ocurra ese movimiento necesario para que la persona logre una forma de arreglárselas más vivificante con aquello que la mortificaba. Es más, es ese amor el que logra conectar con el deseo propio pero solo cuando convergen en el Otro. Por otro lado, desde la Terapia Dialéctico Conductual; terapia contextual basada en la evidencia, se dice que la vulnerabilidad genera invalidación mediante, entre otras coas, la sobresimplificación de los problemas. Esto ocurre muchas veces cuando, esa persona que según los demás «no se quiere a sí misma», es víctima de un «quiérete primero antes de querer a alguien». Es obvio que se esta sobresimplificando un problema que para nada se trata de voluntad o determinación, sino que es multicausal como hemos podido ver hasta ahora. No se trata de la persona; el problema no se ubica en la persona, sino en el campo, en el contexto. ¿Cómo quererse uno mismo cuando nunca nadie te enseñó cómo hacerlo?
English version
Nowadays, we’re constantly sold the idea that in order to love someone else, we must first love ourselves. But then I wonder: is it really possible to love ourselves without first having been loved? Let’s think about our childhoods, let’s reflect on the affection our mothers, fathers, or any significant adult gave us. If the memory of that specific context is a pleasant one, it’s likely because we were loved by these people. Otherwise, it would be inconceivable to imagine a happy child in an aversive or emotionally indifferent environment. There’s a reason why emotional language is so important in the early years of life.
But let’s keep imagining that context: how could a child raised in an emotionally aversive—or at least emotionally indifferent—environment possibly learn what it means to have proper self-worth or self-esteem? We must start from the understanding that, especially in childhood, both the image we form of ourselves and the emotional bond we have with that image come from the outside. We construct them through our environment, through those adults who are significant to us. These adults are precisely the ones who mediate our relationship with the world, and it largely depends on them whether or not we learn behavioral, cognitive, and emotional patterns that are positive—or not. So yes, from the very beginning of our lives, we are loved before we even know what it means to love ourselves.
We could even ask whether those important adults—generally our parents—when they loved us, did so because they first knew how to love themselves. It would be rather pretentious to assume so, knowing full well that there are many dysfunctional homes with issues rooted in personality vulnerabilities on one or both sides, where affection and protection toward the children are not necessarily lacking. And even without romanticizing the family unit, many parents often sacrifice themselves, enduring shortages so their children lack as little as possible.
And yet, against all odds, we reach adulthood and are expected to love ourselves before we love anyone else—just because. Because that’s the trending narrative, the politically correct thing to say if we follow self-help manuals and all that pop psychology about self-love, empowerment, and self-care, wrapped in a neoliberal logic. The issue with this discourse, beyond what has already been said, is that it assumes a priori that in order to love someone else in a “healthy” way, we must first love ourselves in a “healthy” way too. This ends up being a kind of revictimization, because not only are we incapable of “self-love” due to a life history that never taught us how, but we’re also told we therefore cannot love someone else. In other words, “I don’t love myself, so I can’t love you”—the suffering is doubled.
We’re effectively stripping away the therapeutic power that loving someone else can have—even above ourselves. When we do love someone else, in whatever way, at least we have a reason—something that moves us, something to aim for, something that keeps us from collapsing when the world around us feels hostile. To deprive a person of that is to deprive them of meaning. But dominant discourses, full of auto- prefixes, follow another… direction, one that borders on a harsh kind of selfishness, where people only tend to their own needs and experiences, while dismissing the otherness inherent in connection—caught in a consumerist cycle of routines, faux-mindfulness, diets, etc.—all aimed at being more productive and entrepreneurial, only to end up being consumed themselves.
In fact—and diving deeper into psychotherapy—within Lacanian psychoanalysis, transference love is what allows the bond with the analyst to form, and it’s what enables that necessary movement toward a more vital way of dealing with what used to mortify the person. Moreover, it is that very love that connects a person with their own desire, but only when it converges with the Other. On the other hand, in Dialectical Behavior Therapy—a contextual, evidence-based therapy—it is said that vulnerability leads to invalidation through, among other things, the oversimplification of problems. This often happens when someone labeled as “not loving themselves” is met with a “you have to love yourself first before you can love someone else.” Clearly, this is an oversimplification of a problem that is in no way about willpower or determination—it is multicausal, as we’ve seen so far. The issue is not with the person; the problem doesn’t lie within the individual, but in the field, in the context. How can one love themselves when no one ever taught them how?
Créditos | Credits
Imágenes utilizadas | Images used
Todas las imágenes utilizadas son de mi propiedad y fueron generadas utilizando ChatGPT y editadas en Canva | All images used are my own property and were generated using ChatGPT and were edited using Canva.
Traducción | Translation
Te puede interesar | You may be interested in
La cara oculta de las navidades | The hidden face of Christmas [ES/EN]
Decisiones: ¿rutas o raíces? | Decisions: routes or roots? [ES/EN]
Depresión, ¿calamidad o estereotipo? | Depression, calamity or stereotype? [ES/EN]
Las identificaciones como armas de doble filo | Identification as double-edged weapons [ES/EN]
¿Empatía o narcisismo? | Empathy or narcissism? [ES/EN]
Género, ¿ventaja o desventaja? | Gender, advantage or disadvantage? [ES/EN]
La procrastinación más allá de la pereza | Procrastination beyond laziness [ES/EN]
Sígueme en mis redes sociales | Follow me on my social media platforms
[](https://bsky.app/profile/genrigp.bsky.social)