La conozco desde hace muchos años, desde que estaba en el liceo. Siempre servidora, buena hermana, buena amiga. El sueño de ella siempre fue poder ayudar a los demás y vivir de eso. La carajita se concentró en ese objetivo, lo manifestó y lo fijó en su mente como una meta que debía alcanzar. Estudió duro; cada curso, cada año escolar, lo superaba con buenas notas. Era admirada por su belleza, su buen humor y por su indiscutible inteligencia. El tiempo pasaba y mi admiración por ella crecía. Me parecía una mujer fantástica, echada para adelante, sin miedo a enfrentar retos. Solo una cosa la detenía, y hasta hoy no entiendo la razón. Con todo lo inteligente que era, estaba cautivada por las ciencias ocultas, la hechicería… y a eso le tenía mucho miedo. Eso me causaba cortocircuito: ¿cómo alguien tan inteligente podía creer en esas charlatanerías, en esas bobadas de siglos pasados? Pero nada la sacaba de allí. Era una mente del presente, proyectada al futuro, pero con una fuerte raíz en creencias de la Edad Media. Para mí eso era frustrante. Con todo y eso, logró graduarse de médico cirujano con notas excelentes y admirada por todos. Sus padres, orgullosos, posaron para la foto como si estuvieran al lado de una estrella de rock. Yo también lo hice; mi sonrisa no cabía en mi boca. Recuerdo que cuando me invitó a la presentación de la tesis y a la ceremonia de graduación, me dijo: “Tienes que estar allí, tú tienes mucha culpa de lo que está pasando, por ti he logrado este triunfo”. Yo me sentí como si también me graduara con ella. Fue hermoso. Nunca se me ocurrió enamorarme de ella; siempre la vi como la hermana que no tuve, mi mejor amiga, y siempre quise ser eso: su mejor amigo, su hermano. Hoy en día la veo y me siento orgulloso al decir que es mi médica personal, la que me atiende cuando presento alguna patología, ya sea física, mental o hasta del corazón. Porque el amor también enferma. Ella logró su sueño.

I've known her for many years, since I was in high school. Always a servant, a good sister, a good friend. Her dream has always been to help others and make a living from it. The little carajita concentrated on that goal, manifested it, and fixed it in her mind as a goal that she had to achieve. She studied hard; every course, every school year, he passed it with good grades. She was admired for her beauty, good humor, and indisputable intelligence. Time passed, and my admiration for her grew. She seemed to me a fantastic woman, driven forward, not afraid to face challenges. Only one thing was stopping her, and to this day, I don't understand the reason. As intelligent as she was, she was captivated by the occult sciences, sorcery... and that was what she was very afraid of. That caused me to short-circuit: how could someone so intelligent believe in such chatter, in such nonsense of past centuries? But nothing could get her out of there. She was a mind of the present, projected to the future, but with a strong root in the beliefs of the Middle Ages. That was frustrating for me. With all that, she managed to graduate as a surgeon with excellent grades and was admired by everyone. Her parents, proudly, posed for the photo as if they were next to a rock star. I did it too; my smile couldn't fit in my mouth. I remember that when he invited me to the presentation of the thesis and to the graduation ceremony, he told me: “You have to be there, you have a lot of guilt for what is happening, because of you I have achieved this triumph.” I felt like I graduated with her, too. It was beautiful. It never occurred to me to fall in love with her; I always saw her as the sister I didn't have, my best friend, and I always wanted to be that: her best friend, her brother. Nowadays, I see her and I am proud to say that she is my personal doctor, the one who treats me when I present some pathology, whether physical, mental, or even of the heart. Because love is also sick. She achieved her dream.