In the furthest depths of the clear ocean lies the city of the Broken Song, where sunlight barely penetrated and bioluminescent creatures served as stars. A kingdom of coral cities, sculpted by time and guarded by finned and scaled beings, stretched out. In the heart of this ocean, resided Coralia, one of the last singers of the Melodic Thread, an intricate web of chants that maintained stable currents, balanced marine life, and held the very structure of their coral cities together.
Coralia was not a being of conventional beauty. Her skin was pale as pearls, her body slender and strong from the pressures of the depths. Her wide, webbed hands and her body, which merged into a scaly tail, were the inheritance of millennia of adaptation. But her true strength lay in her voice. It was said that the Melodic Thread flowed through her, allowing her to weave harmonies that calmed the tides and healed the coral.
For eons, the Abyss of the Broken Song had lived in peace. Until the Tearers arrived, deformed creatures, mute shadows who envied the mermaids' songs. These beings absorbed the song, leaving a void where melodies once were. They began to steal the songs of the inhabitants of the coral cities, leaving silence and desolation in their wake. Entire towns collapsed, fish became disoriented, and the Melodic Thread began to unravel.
Coralia, with the weight of her people on her shoulders, confronted them. She sang with all the might of her soul, trying to mend the cracks in the Melodic Thread. But the Tearers' power was overwhelming. They absorbed her song, not completely, but they corrupted it, twisted it. The pain was unbearable. She felt the vital notes being ripped from her throat, leaving a discordant echo.
Now, Coralia drifts in the dark waters, her body scarred by the lost notes. Her head is thrown back, her mouth open in a silent scream that no one hears, seeking to reclaim the song that was stolen from her, a lament that only the abyss can hear. Around her float fragments of broken coral, remains of ancient structures, and motes of dying bioluminescence, the vestiges of the kingdom she could not fully protect. Each fragment surrounding her is an echo of what was lost.
Her webbed hands extend, not to plead, but to try to cling to the last vibrations of the Melodic Thread, desperately trying to reconstruct it with every atom of her being. Sometimes, broken notes emerge from her throat, dissonances that resonate with the agony of the Abyss. She cannot stop the tide of silence completely, but her spirit refuses to yield.
In her desperation, Coralia has become the personification of the lament of the Abyss of the Broken Song. She is the last melody that refuses to fall silent, a constant reminder of what was and what could be again. Her existence is an eternal struggle against silence, a heartbreaking attempt to recompose the lost symphony of her world, one note at a time, even as pain threatens to drown her forever in the darkness of the abyss
ESPAÑOL
En las profundidades inexploradas del oceano claro se encuentra la ciudad del Canto Quebrado, donde la luz del sol dificilmente penetraba y las criaturas bioluminiscentes eran las estrellas, se extendía un reino de ciudades de coral talladas por el tiempo y resguardadas por seres de aleta y escama. En el corazón de este oceano, residía Coralia, una de las ultimas cantoras del Hilo Melódico, una intrincada red de cánticos que mantenía las corrientes estables, la vida marina en equilibrio y la propia estructura de sus ciudades de coral unida.
Coralia no era un ser de belleza convencional. Su piel era pálida como las perlas, su cuerpo esbelto y fuerte por las presiones de las profundidades. Sus manos anchas y palmeadas y su cuerpo que se fusionaba con una cola escamosa eran la herencia de milenios de adaptación. Pero su verdadera fuerza estaba en su voz. Se decía que el Hilo Melódico corria a través de ella, permitiéndole tejer armonías que calmaban las mareas y sanaban el coral.
Durante eones, el Abismo del Canto Quebrado había vivido en paz. Hasta que llegaron Los Desgarradores, criaturas deformes, sombras mudas que envidiaban los cantos de las sirenas, estos seres absorbían el canto dejando un vacío donde antes había melodias. Empezaron a robar los cantos de los habitantes de las ciudades de coral dejando a su paso el silencio y la desolación. pueblos enteros se derrumbaron, los peces se desorientaron, y el Hilo Melódico comenzó a deshilacharse.
Coralia, con el peso de su pueblo sobre sus hombros se enfrentó a ellos. Cantó con toda la fuerza de su alma intentando reparar las grietas en el Hilo Melódico. Pero el poder de Los Desgarradores era avasallador. Absorbieron su canto no por completo, pero lo corrompieron, lo retorcieron. El dolor fue insoportable. Sintió cómo las notas se arrancaban de su garganta, dejando un eco discordante.
Ahora, Coralia flota a la deriva en las aguas oscuras, su cuerpo marcado por las cicatrices de las notas perdidas. Su cabeza está echada hacia atrás, su boca abierta en un grito que nadie escucha, que busca recuperar el canto que le fue robado, un lamento que solo el abismo puede escuchar. Alrededor de ella flotan fragmentos de coral roto, restos de antiguas estructuras y motas de bioluminiscencia moribunda, los vestigios del reino que no pudo proteger por completo. Cada fragmento que la rodea es un eco de lo perdido.
Sus manos palmeadas se extienden, no para suplicar, sino para intentar aferrarse a las últimas vibraciones del Hilo Melódico, tratando desesperadamente de reconstruirlo con cada átomo de su ser. A veces, de su garganta brotan notas rotas, disonancias que resuenan con la agonía del Abismo. No puede detener la marea de silencio por completo, pero su espíritu se niega a ceder.
En su desesperación, Coralia se ha convertido en la personificación del lamento del Abismo del Canto Quebrado. Es la última melodía que se niega a callar, un recordatorio constante de lo que fue y lo que podría volver a ser. Su existencia es una lucha eterna contra el silencio, un intento desgarrador de recomponer la sinfonía perdida de su mundo, una nota a la vez, aunque el dolor amenace con ahogarla para siempre en la oscuridad del abismo.
