In the dusty alleys of Gardian, where the scent of freshly baked starbread intertwines with the catchy rhythm of the gardians' drums, lived Orchid. Her skin, whiter than the purest pearl, seemed to mock the two suns this planet orbited.
Orchid was no ordinary young woman. From a very young age, she felt music flow through her veins like sap through a tree in spring. She wasn't content just to listen; she needed to dance it, to live it. On the improvised stages of the Solstice Festivals, under the magical light provided by the nearest stars and the proud gaze of the clan matriarch, Orchid transformed. Her body, slender and strong like a marble pillar, moved with elfin grace, her arms describing the lunar movement in the air, and her hips following the complex rhythm of bone flutes and leather drums.
The agility and flexibility of her body, combined with her being the only one with such a fair skin color for a planet with two suns, led her to be chosen for the ceremonial dances of the Shadow Calling. This was a ritual in which the best dancers made offerings in the form of dance to the moons so that they would eclipse the suns and provide a few days of natural shadow. Orchid felt in tune with the moons, for she was the same color as Celeste and Nebula, the planets' moons. The dance began, and immediately the inhabitants across the planet started to feel a strange cold, something they rarely experienced. It ran down their spines, and their skin prickled. Orchid, engrossed in the dance with her eyes closed, as her pale body began to darken with an intense shadow, her face almost completely covered as the cold continued to intensify. Looking up, the moons were approaching the suns; was it working, or was it a coincidence? What is certain, and what remained marked in the history books, is that once there existed a pale-skinned girl who could summon the moons with her dance. They called her, the Daughter of the Moons.
ESPAÑOL
En los polvorientos callejones de Gardian, donde el aroma a pan de estrella recién horneado se entrelaza con el ritmo pegadizo de las canciones de los tambores de los gardenses, vivía Orchid. Su piel, mas blanca que la perla mas pura, se burlaba de los dos soles que este planeta orbitaba.
Orchid no era una joven cualquiera. Desde muy niña sentía la música correr por sus venas como la savia de un árbol en primavera. No se conformaba con escucharla; necesitaba bailarla, vivirla. En los improvisados escenarios de las Fiestas de solsticios, bajo la luz magica que las estrellas mas cercanas les brindaban y la mirada orgullosa de la matriarca del clan, Orchid se transformaba. Su cuerpo, esbelto y fuerte como un pilar de marmol, se movía con una gracia élfica, sus brazos describiendo el movimiento lunar en el aire y sus caderas siguiendo el ritmo complejo de las flautas de hueso y tambores de cuero.
La agilidad y flexibilidad de su cuerpo y siendo la unica con un color de piel tan claro para un planeta con dos soles la llevaron a ser elegida para las danzas ceremoniales de la pedida de sombras, este era un ritual en el cual los mejores danzantes hacian ofrendas en forma de baile a las lunas para que estas eclipsaran a los soles y tener unos dias de sombra natural, Orchid se sentia en sintonia con las lunas pues ella era del mismo color que Celeste y Nebula, las lunas de Gardian, la danza comenzo y de inmediato los habitantes de todo el planeta empezaron a sentir un frio extraño, algo que muy raro sienten, les recorria la espina y sentian como la piel se les erizaba, Orchid, entregada a la danza con los ojos cerrados mientras su cuerpo palido se empezo a oscurecer con una sombra intensa, su cara se cubrio casi por completo mientras el frio seguia intensificandose, al mirar hacia arriba, las lunas estaban acercandose a los soles; estaba funcionando o era una casualidad? lo que si es cierto, que quedo marcado en los libros de historia, es que una vez existio una chica de piel palida que podia invocar a las lunas con su baile, la llamaron, la hija de las lunas.
