In a demonic realm forged by the unbreakable will of its tyrant, Lord Malakyr, a being covered in fire and methodical cruelty, there existed a different demon: Vorglag. Unlike his brethren, who reveled in servitude or purposeless destruction, Vorglag was a primal fire spirit, a personification of pure, unbridled chaos. He abhorred the supposed peace imposed by Malakyr, one that was in reality an oppression stifling the true infernal essence.
Vorglag's dream was not to be a king, but freedom. He yearned to unleash the uncontrolled fury of Hell, to break Malakyr's chains and return the realm to its savage state of anarchy. His ambition was not to govern, but to ignite the fuse of chaos, a symphony of endless destruction that would purify the Abysses of fear towards Lord Malakyr.
With the strength of ten legions and cunning forged in a thousand battles, Vorglag ignited the flame of rebellion. His roars echoed through the furthest valleys, and the fire emanating from his being was so bright that even shadows surrendered. The conflict between Vorglag and Lord Malakyr was not a mere battle; it was a catastrophe that tore the fabric of the realm. Infernal cities were destroyed under the clash of their power, and the howling of lower-ranking demons was the lament of an era.
Vorglag, with his hands full of so much power that each blow was like a giant cannon, and his body seeming forged in the wrath of a volcano, was on the verge of succeeding. He reached Malakyr's very throne, his defiant horns pointing at the tyrant's heart; he knew Malakyr would not withstand one of his blows. But Malakyr was not foolish; after all, he had been King for longer than he could remember. He had investigated ancient secrets, spells, and rituals, and at the culminating moment, when victory seemed within Vorglag's grasp, Malakyr revealed an ancient pact, a binding ritual that not even Vorglag, in his fury, could break.
Lord Malakyr recited:
"Bracchiis vinctis catenis
Virtute aeterna
Genuflexus iacebis
In acie ultimae petra
In abysso altissima..."
Vorglag's defeat was more humiliating than death. Lord Malakyr did not destroy him. The punishment would be a testament to his absolute power. He concluded his ritual with "a thousand years, Vorglag" echoing through the Abyss, "a thousand years in darkness, so your spirit of fire may learn stillness."
He was chained in the Pit of Laments, an abyss so deep it is believed to be bottomless, where not even the air dares to move. Chains of unbreakable iron, forged with the blood of thousands of condemned souls, wrapped around his wrists, anchoring him to the last rock of the pit. His muscular body, accustomed to movement and battle, was immobilized, forced to his knees.
For a millennium, Vorglag has remained there. The flames that once burned with his rebellious fury now burn weakly around him, a constant manifestation of his torment. His head is thrown back; his face, though not visible, feels like an eternal yet defiant agony.
A thousand years. Time has passed like quicksand. Vorglag has not died; he cannot naturally. His dream of unleashed chaos was crushed, and instead, he found the only form of "order" Malakyr could impose upon him: forced stillness. He, the strongest demon, is now a living statue of his defeat, chained so that all who dare to gaze into the Pit of Laments hear his lament and remember the price of rebellion. Lord Malakyr has achieved his goal: Vorglag is a monument to punishment, a demon whose dream was so grand that his prison had to last an eternity.
ESPAÑOL
En un reino demoníaco forjado por la voluntad inquebrantable de su tirano, Lord Malakyr, un ser cubierto de fuego y una crueldad metódica, existía un demonio diferente: Vorglag. A diferencia de sus hermanos, que se regocijaban en la servidumbre o en la destrucción sin propósito, Vorglag era un espíritu de fuego primigenio, una personificación del caos puro y sin ataduras. Aborrecía la supuesta paz impuesta por Malakyr, una que era en realidad una opresión que sofocaba la verdadera esencia infernal.
El sueño de Vorglag no era ser un rey, sino la libertad. Anhelaba desatar la furia incontrolada del Infierno, romper las cadenas de Malakyr y devolver el reino a su estado salvaje de anarquía. Su ambición no era gobernar, sino prender la mecha del caos, una sinfonía de destrucción sin fin que purificaría los Abismos del miedo hacia Lord Malakyr
Con la fuerza de diez legiones y la astucia forjada en mil batallas, Vorglag encendió la llama de la rebelión. Sus rugidos resonaron por los valles mas alejados, y el fuego que emanaba de su ser era tan brillante que incluso las sombras se rendian. El conflicto entre Vorglag y Lord Malakyr no fue una mera batalla, fue una catástrofe que desgarró el tejido del reino. Ciudades infernales se destruyeron bajo el choque de su poder y el aullido de los demonios de mas bajo rango fue el lamento de una era.
Vorglag, con sus manos llenas de tanto poder que cada golpe era como un cañon gigante y su cuerpo que parecía forjado en la ira de un volcán, estuvo a punto de conseguirlo. Llegó hasta el mismísimo trono de Malakyr, sus cuernos desafiantes apuntando al corazón del tirano, sabia que Malakyr no soportaria uno de sus golpes, Pero Malakyr no era tonto, despues de todo ha sido Rey por mas tiempo del que pueda recordar, habia investigado antiguos secretos, hechizos y rituales y en el momento culminante, cuando la victoria parecía estar al alcance de Vorglag, Malakyr reveló un pacto antiguo, un ritual de vinculación que ni siquiera Vorglag, en su furia, pudo romper.
Lord Malakyr recito:
"Bracchiis vinctis catenis
Virtute aeterna
Genuflexus iacebis
In acie ultimae petra
In abysso altissima..."
La derrota de Vorglag fue más humillante que la muerte. Lord Malakyr no lo destruyó. El castigo sería un testimonio de su poder absoluto. concluyo su ritual con "mil años, Vorglag" a través del Abismo, "mil años en la oscuridad, para que tu espíritu de fuego aprenda la quietud."
Fue encadenado en la Fosa de los Lamentos, un abismo tan profundo que se cree que no tiene fondo, donde ni siquiera el aire se atreve a moverse. Cadenas de hierro irrompible, forjadas con la sangre de miles de almas condenadas, se envolvieron alrededor de sus muñecas, anclándolo a la ultima roca de la fosa. Su cuerpo musculoso, acostumbrado al movimiento y la batalla, quedó inmovilizado, arrodillado a la fuerza.
Durante un milenio, Vorglag ha permanecido allí. Las llamas que una vez ardían en su furia rebelde, ahora arden débiles a su alrededor, una manifestación constante de su tormento. Su cabeza está echada hacia atrás, su rostro, aunque no es visible, se siente una agonía eterna pero aun desafiante.
Mil años. El tiempo ha transcurrido como arenas movedizas, Vorlag no ha muerto, no puede de manera natural. Su sueño de caos liberado fue aplastado, y en su lugar, ha encontrado la única forma de "orden" que Malakyr podía imponerle: la quietud forzada. Él demonio mas fuerte es ahora una estatua viviente de su derrota, encadenado para que todos los que se atrevan a contemplar la Fosa de los Lamentos escuchen el de El y recuerden el precio de la rebelión. Lord Malakyr ha logrado su cometido: Vorglag es un monumento al castigo, un demonio cuyo sueño fue tan grande que su prisión debía durar una eternidad.