Hola amigas y amigos. Espero que todos estén teniendo una semana maravillosa, justo así como lo son todos y cada uno de ustedes. Hoy traigo un tema que hasta donde sé, tiende a suceder con frecuencia en nuestro mundo interior, y me refiero a las tormentas que muchas veces cargamos y afligen nuestro existir.

Las tormentas son parte de la vida. En la naturaleza el aviso son las nubes grises, la velocidad del aire aumenta y este se enfría al perder el calor del Sol, le siguen los relámpagos, los truenos y finalmente, cuando las nubes se sobrecargan, comienza a llover.

Con las personas sucede parecido. Somos tan sensibles que cualquier suceso fuera de lo común puede ocasionar una. Cuando algo se sale de nuestro control mostramos inconformidad, incertidumbre por el futuro, frustración, enojo y cuando nuestro cuerpo no puede seguir soportando, llega el llanto para aliviar un poco y descargar nuestra energía.

Tormentas siempre habrán. Ellas nublan nuestros sentidos, opacan nuestra sonrisa y llueven nuestros ojos. Todos tenemos historias tras bambalinas que los demás no conocen y que tampoco podrían entender. Hay ciertas historias que no se comparten con todo el mundo, y comienzan a pesar sobre los hombros.

Todo eso se refleja en nuestro exterior y es fácil darse cuenta de ello. Cuando la persona suele ser activa y alegre, siempre anda repartiendo sonrisas y ayudando a los demás y de pronto aparece cabizbaja, triste y tratando de poner una sonrisa donde lo que en realidad existe es dolor, esa persona lleva una tormenta en su interior.

Estas situaciones influyen en nuestra visión y actitud hacia el trabajo, los amigos, la familia, la vida y nosotros mismos haciéndonos sentir solos, desfavorecidos o culpables. Quitándonos las ganas de hacer las cosas, de caminar y provocando un encierro hacia el mundo exterior.

En estos casos no creo que sea apropiado exigirle a la persona que nos cuente, ni aunque la intención sea ayudarla a liberarse, sino más bien se debe esperar y estar presente. Cuando la persona esté lista, y si es su deseo, nos hará partícipes de su dolor compartiéndolo con nosotros. Estar presente ayuda y sirve de mucho, es considerado de gran importancia. Una mano en el hombro, un no estás sola o solo, un abrazo, una caricia, o un estar en silencio pueden ser aquel remedio que necesite nuestra alma.

Este es uno de esos escritos que se hacen y no se sabe quién lo pueda estar necesitando o a quien puede ayudar. Por mucho que se trate de ocultar, siempre hay algo que te delata. No se se deben cargar malas emociones, a la larga terminan cobrando factura al organismo a través de la propia salud.

Desahogarse más que un derecho, es una necesidad que no podemos darnos el lujo de rechazar. No siempre tiene que ser conversando con alguien, escribir es de gran utilidad también. Muchas confesiones importantes se han dejado por escrito para ser leídas después, o hay otras que son echadas al fuego para no ser descubiertas, pero de cualquier forma, ya se liberaron emociones y la carga es menor.

Entonces, y solo entonces, hacemos el viaje de regreso hasta quienes solíamos ser, vuelven la calma, el sosiego, la paz interior, nuestro cielo vuelve a ser azul, y todo va volviendo a la normalidad. Regresan las emociones, las risas, las vibras positivas y sobre todo nuestro brillo interior.

En algún lugar encima del arcoiris El cielo es azul Y los sueños que te atreves a soñar De verdad se vuelven realidad.

Con cariño: Vicky ❤️

English Version

Hello, my dear friends. I hope you're all having a wonderful week just as wonderful as each of you truly are. Today, I want to talk about something that, from what I’ve seen, happens often in our inner worlds: the storms we carry, the ones that sometimes weigh heavily on our existence.

Storms are part of life. In nature, the warning comes in gray clouds, the wind picking up speed, turning cold as it loses the sun’s warmth. Then come the lightning, the thunder, and finally, when the clouds can no longer hold back, the rain begins to fall.

With people, it’s similar. We’re so sensitive that anything out of the ordinary can trigger a storm. When things spiral out of our control, we feel discontent, uncertainty about the future, frustration, anger and when our bodies can’t take any more, the tears come, offering a little relief, a release of all that pent-up energy.

Storms will always come. They cloud our senses, dim our smiles, and make our eyes rain. We all have stories behind the curtain ones others don’t know and might never understand. Some stories aren’t meant to be shared with everyone, and yet, they start to weigh on our shoulders.

It shows on the outside, too. When someone who’s usually active and cheerful, always sharing smiles and helping others, suddenly appears downcast, sad, forcing a smile where there’s really pain that person is carrying a storm inside.

These moments shape how we see work, friends, family, life, and even ourselves. They make us feel alone, unlucky, or guilty. They drain our motivation, make every step heavier, and push us to withdraw from the world.

In times like these, I don’t think it’s right to demand that someone open up not even if our intention is to help. Instead, we should wait, be present. When they’re ready, if they choose to, they’ll let us into their pain. Just being there helps more than we realize. A hand on the shoulder, a "You’re not alone," a hug, a gentle touch, or even shared silence sometimes, that’s the exact remedy a soul needs.

This is one of those writings you put out into the world without knowing who might need it or who it might help. No matter how hard we try to hide it, something always gives us away. Holding onto heavy emotions isn’t sustainable sooner or later, the body pays the price through our health.

Letting it out isn’t just a right; it’s a necessity we can’t afford to ignore. And it doesn’t always mean talking to someone. Writing is powerful, too. Some confessions are left on paper to be read later; others are tossed into the fire, never to be discovered. But either way, the emotions are released, and the weight lightens.

Only then do we begin the journey back to ourselves. Calm returns, stillness, inner peace. Our skies turn blue again, and little by little, everything settles. The emotions come back, the laughter, the positive energy and most of all, our inner light.

Somewhere over the rainbow, Skies are blue,
And the dreams that you dare to dream Really do come true.

With love, Vicky ❤️