Yo estaba fumando, mirando. “Maduro debería ganar, de pana”, se volteó el hombre y me sacó conversación. “Sí, debería ganar, porque este es su plan de país. Actuamos como él, somos como él”, decía este señor como de unos cincuenta y pico de años. Yo lo miraba y aunque no le decía nada, asentía con la cabeza. Por la misma se dio vuelta y se fue, calle abajo.
El cigarro se me estaba acabando y después de eso prendí otro. Ahora sí estaba pensando. ¿De verdad somos como Maduro?, ¿Actuamos como él?, ¿Somos el país que él planifica y ejecuta?, estas preguntas se me cruzaron como el motorizado sin casco, atropellando como la señora del Toyota. Me quedé como el señor de la acera. Al borde, sin certezas.
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El país de Maduro
Unos minutos después, estaba en mi computadora revisando los titulares antes de ir a narrar las noticias del medio día. “En Venezuela hay por lo menos 700 mil niños en situación de esclavitud”, dijo el Movimiento Cultural Cristiano. Yo agarré bien el celular y se me vino otra vez una avalancha de preguntas. ¿En serio?, ¿Cómo que niños esclavos en Venezuela?, ¿De verdad hay alguien que obliga a un niño al trabajo forzado en este país?, ¿Dónde está el Estado?
Después, esta terrible realidad fue relatada por Adriana Tovar. Durante su informe periodístico precisó que la organización da cuenta de un alto número de infantes que son explotados laboralmente en las minas del Sur del estado Bolívar. Mientras ella reportaba, a mi mente volvía la pregunta. ¿Debería ganar Maduro?
La tragedia venezolana hoy se evidencia en un sinfín de situaciones de la cotidianidad. La bioanalista Judith León dijo en Radio Fe y Alegría que la escasez de insumos en los laboratorios es de tal magnitud, que los pacientes deben decidir cuáles valores de un examen de sangre necesitan con urgencia. Un perfil veinte, o una hematología completa son imposibles.
La también presidenta del Colegio de Bioanalistas lamentó que los centros médicos sean incapaces de negar o confirmar un diagnóstico. Los pacientes sufren hasta de angustia. Ahora, seguro usted también se pregunte, ¿Debería ganar Maduro? ### La indiferencia de los que no aspiran a más
Al final del día, estoy convencido de algo. Debería ganar Maduro si lo que padecemos ya se nos hace indiferente. Si la injusticia es parte de nuestro pesar y no de nuestro actuar, debería ganar otra y mil veces más. Debería perpetuarse en el poder si ya asumimos la corrupción como modo de supervivencia.
Si la viveza criolla es nuestro “modus operandi”, el país de Maduro no debería cambiar. Si usted ya se resignó a padecer la escasez, las colas, los apagones y si ya decidió que es mejor comer de vez en cuando, muy bien. No haga nada, no vote, no se indigne, no reclame. Siéntese. No aspire a más. ### La otra acera
Detrás de cada victoria de la Vinotinto Sub20 subcampeona del mundo, estuvo un fisioterapeuta que soñó con un país diferente. Lo trabajó desde el deporte, con los jóvenes y los niños.
Ese chamo sufrió cada jugada, celebró cada victoria y lloró –estoy seguro- con cada gol de Peñaranda. Saltó y se abrazó a la vida cuándo Samuel Sosa metió aquel gol en el último suspiro contra Uruguay. Fue parte de una generación que nos llevó a lo más alto.
Jesús Alberto Guacarán Barrios fue asesinado en Barquisimeto esta semana. Su nombre debería avergonzar a los que ya dieron todo por perdido. Tenía 30 años. Guacarán es una baja más en esta guerra de la criminalidad contra los ciudadanos. Su homicidio es sinónimo de barbarie. Es la injusticia que camina, dispara y se multiplica.
Por casos como este y los otros miles que no se publican en la prensa, también deberíamos preguntarnos, ¿Debería ganar Maduro?, ¿Deberíamos quedarnos paralizados y esperar nuestro turno en la ruleta de la muerte?
La polarización ya no es entre el rojo y el azul. La Venezuela de hoy tiene dos aceras que representan la vida o la condena.
Votar eleva el costo político. Votar hace que cualquier trampa sea visible. Yo que tú me lo pienso. Aunque la MUD no exista, creo que cualquier cosa puede ser mejor. Hay mucho que ganar.
Pd: La foto se ganó el premio World Press, un triste premio que es reflejo del triste país que mostramos al mundo. Ronaldo Schemidt capturó uno de los tantos dramas del venezolano del siglo XXI.
Texto: Héctor Escandell | @hescandell
Foto: Ronaldo Schemidt