Solo el instante delata al tiempo puro, diría César Dávila Andrade
Es retórico e incluso tautológico decir que no es lo mismo hablar de poesía que de literatura, sin embargo, es preciso para lo que trataré de comunicar.
En efecto, no se trata de lo mismo. Se nos complica aún más cuando hablamos del resto de instituciones que “rodean” y “sostienen” ciertas manifestaciones –sobre todo– de su “legitimación” o de la legitimación de un tipo de “poesía”.
Por un lado, están los poetas, que pretenden no solo ser receptáculos (de la poesía) sino al mismo tiempo quiénes detentan las instituciones, vías y vehículos de legitimación que es lo mismo decir qué es poesía, desde dónde se enuncia y quién la porta (y también “merece portarla”).
Hace unos años me preguntaban sobre la poesía en una entrevista y respondí tan ingenuamente como ahora: que la poesía venezolana –si fuese un cuerpo– me parecía algo saludable.
Lo dije así porque me refería a ciertas instituciones y elementos, digamos, sujetos y demás materialidad subjetivada/objetivada que no solo soportan, sino al mismo tiempo “crean” y juegan en el campo cultural/literario, es decir, o quise decir que literatura depositaria de lo poético, digo, en tanto, “poesía” como institución/es manifestaciones de las bellas artes –o parte de ellas– están en crisis, sobre todo porque hay un grupo de sujetos que pretenden mantener las mismas instituciones injertadas a juro en nuestros imaginarios generacionales, dichas instituciones que en cierto tiempo –sobre todo en el siglo XX– fueron “portadoras”, “legitimadoras”, de un mito de lo literario, además, sostenedores de dichas instituciones.
El problema no está solo en eso, sino que al mismo tiempo han sumergido estas prácticas a un lugar “no creativo”, creo que son sumamente aburridas, en el caso de los conservadores, poco interesantes e inteligentes, en el caso de las meritocracias, y eso seguirá reproduciéndose en tanto sigan haciendo lo mismo.
Concluyo, parece que no voy a ningún lado (¿?): lo que me interesa de la poesía, y no solo de ella, sino de la creación, no es ella o “sus” instituciones y sujetos fetichizados/fetichizantes de lo llamado “poético” o “literario”.
Concluyo, parece que no voy a ningún lado (¿?): lo que me interesa de la poesía, y no solo de ella, sino de la creación, no es ella o “sus” instituciones y sujetos fetichizados/fetichizantes de lo llamado “poético” o “literario”.
No, lo que nos interesa, o al menos debería interesarnos, es lo que tiene que decir la creación sobre nosotros mismos, como sociedad, la creación como un algo que arroja un producto social lleno de vida, como subjetividad, como comunidad, digamos: una ventana que nos permita reconocer quiénes somos o al menos toparnos con una parte, sin necesidad alguna de institucionalizarlo, de objetivarlo.
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Muchas gracias por vuestra lectura. Nos leemos mañana.
@hipertextual
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