Hace unas semanas realicé una caminata fotográfica junto a la Comunidad Miradas, cosa que agradecí porque tenía muchísimo tiempo sin salir con mi cámara a la calle sintiéndome parcialmente confiado. La dinámica de desplazarse por una parte de la ciudad fotografiando en grupo me daba la tranquilidad de que estaba acompañado de gente que probablemente estando sola se sentiría igual de desprotegida que yo. Así se sentirán los ñus, gacelas, búfalos, entre otros animales, que deben caminar en manada.
La sorpresa que me llevé es redescubrir que la mirada que busca inmortalizar mi fotografía documental parte del anhelo de una sociedad que está lejos de estar representada por la del día a día.
Me interesa el deterioro, lo desagradable, la ruina, pero maquillo todo eso con mi sensibilidad. Pareciese que el impulso dionisiaco que se siente atraído por fuerzas externas similares (lo que nos rodea) entra en alianza con un Apolo, que lo vuelve más o menos mesurado. Por eso hablo de anhelo y no de crítica, amarillismo, ni denuncia.