Hello, friends in #hive.
Yesterday I was thinking about the second question posed by @cautiva-30, and I have to admit that there were times, as a teenager, when I would stop in front of my bedroom mirror and ask myself, "Why is it so hard for me to accept myself?" And yet I always saw myself as beautiful. However, for years, I looked to other people's eyes for confirmation that I was. I waited for someone (outside my family) to tell me I was enough; or for some man to tell me he liked me, that I deserved to be loved. It was as if my worth depended on their approval. But one day, with the passing of years and the constant help of my family, tired of begging for love from others, I understood the harshest yet most beautiful truth: I was being an idiot, blind, immature, an ordinary teenager, like everyone else. I was always beautiful, and I've always been worthy.
Self-love is not a whim, nor a luxury. Self-love is the foundation upon which everything else is built. If we don't love ourselves, if we don't give ourselves the value we deserve, the affection of others becomes a temporary fix, never a solution. But how can we learn to love ourselves if I don't even know who we are? This is an excellent question we've all asked ourselves, or we should ask ourselves and answer if we want to change for the better. This is where the true journey begins: the stillness of looking at ourselves without fear, without judgment, without comparison.
Loving ourselves doesn't mean believing ourselves to be perfect, but rather embracing our imperfections. Accepting ourselves as we are. It's accepting that there are days when I feel invincible and others when I can barely handle myself. It's also allowing myself to cry when it hurts, celebrating when something goes well, and above all, listening to myself when my body or soul cries out for attention. Because self-love is also respect: respect for my limits, my time, my needs. I learned, through hardship, that I can't give what I don't have. If I don't value myself, how can I expect others to do so? If I don't listen to myself, how can I expect them to understand me? Self-love isn't selfish; it's the most generous act there is, because only when I am whole (all I can be) can I love others unconditionally, without dependence, without fear. Just as one should always love.
My friends, it doesn't hurt to say it, to repeat what has been said a thousand times here and everywhere: we all deserve love. We are not the exception to the rule, nor the outcasts of the planet. However, we have all gone through, in one way or another, that moment when we believe we are worthless, that we are not worthy. Well NO. It doesn't matter how many times we've failed, how many wounds we carry, or how far we are from the ideal that society (or we ourselves) tries to impose on us. Dignity is not earned, it is had. And with it, the right to be loved, to be seen, to be treated with tenderness. Because we are worth it from the moment of our conception. Even then, we are already being loved. But that right begins when I grant it to myself. It ends when we take it away from ourselves.
Today I continue to learn. There are days when self-love flows naturally, and others when I must remind myself of it like a mantra. But I no longer give up. Because I know that every time I choose to stay with myself, when I prioritize myself, when I speak to myself with love, I am building a bridge to a more authentic life.
The world will try to convince us that we are not enough. It's normal for this to happen in a society that, in order to feel at the top, tries to bring down those at the top. But the truth is this: we will always be enough, the best and most complete. And when we truly believe it, everything will change. Because the love we so desperately seek outside was always here, waiting for us to recognize it. Inside us.
You are a queen: put on your crown.
Versión en español
Hola, amigas en #hive.
Ayer pensaba en la segunda pregunta realizada por @cautiva-30 y tengo que reconocer que hay momentos en los que, cuando adolescente, me detenía frente al espejo de mi cuarto y me preguntaba “¿por qué me cuesta tanto aceptarme?” Y eso que siempre me vi bonita. No obstante, durante años, busqué en los ojos de los demás la confirmación de que lo era. Esperaba que alguien (fuera de mi familia) me dijera que yo era suficiente; o que algún varón me dijera que le gustaba, que merecía ser amada. Era como si mi valor dependiera de la aprobación de todos ellos. Pero un día, con el paso de los años y la ayuda incesante de mi familia, ya cansada de mendigar amor ajeno, entendí la verdad más dura y hermosa a la vez: Estaba siendo una idiota, ciega, inmadura, una adolescente común y corriente, como todas. Siempre fui hermosa y siempre he valido.
El amor propio no es un capricho, ni un lujo. El amor propio es la base sobre la que se construye todo lo demás. Si no nos queremos, si no nos damos el valor que tenemos, el cariño de los demás se convierte en un parche temporal, nunca en una solución. Pero ¿cómo aprender a quererme si ni siquiera me conozco? Esta es una excelente pregunta que todas nos hemos hecho, o debemos hacernos y respondernos, si queremos cambiar para bien. Es ahí donde comienza el verdadero viaje: el de la quietud de mirarse sin miedo, sin juicios, sin comparaciones.
Amarse no significa creernos perfectas, sino abrazar nuestras imperfecciones. Aceptarnos tal y como somos. Es aceptar que hay días en que me siento invencible y otros en que apenas puedo conmigo misma.
También es permitirme llorar cuando duele, celebrar cuando algo sale bien, y sobre todo, escucharme cuando mi cuerpo o mi alma piden atención. Porque el amor propio también es respeto: respeto a mis límites, a mis tiempos, a mis necesidades.
Aprendí, a fuerza de tropiezos, que no puedo dar lo que no tengo. Si no me valoro, ¿cómo espero que otros lo hagan? Si no me escucho, ¿cómo pretendo que me entiendan?
El amor propio no es egoísmo; es el acto más generoso que existe, porque solo cuando estoy completa (todo lo que puedo estar) es que puedo amar a los demás sin condiciones, sin dependencias, sin miedo. Tal y como se debe amar siempre.
Amigas mías, no está de más que lo diga, que repita lo que se ha dicho mil veces aquí y en todos lados: todos merecemos amor. Nosotras no somos la excepción de la regla, ni las apestadas del planeta. Sin embargo, todas hemos pasado, de un modo u otro, por ese momento en que creemos que no valemos, que no somos dignas. Pues NO. No importa cuántas veces hayamos fallado, cuántas heridas llevemos o que tan lejos estemos del ideal que nos trata de imponer la sociedad (o nosotras mismas). La dignidad no se gana, se tiene. Y con ella, el derecho a ser amadas, a ser vistas, a ser tratadas con ternura. Porque lo valemos desde el momento de nuestra concepción. Incluso entonces, ya nos están amando. Pero ese derecho, comienza cuando yo me lo concedo a mí misma. Termina cuando nos lo quitamos nosotras mismas.
Hoy sigo aprendiendo. Hay días en que el amor propio fluye con naturalidad, y otros en que debo recordármelo como un mantra. Pero ya no me rindo. Porque sé que cada vez que elijo quedarme conmigo, que me priorizo, que me hablo con cariño, estoy construyendo un puente hacia una vida más auténtica.
El mundo intentará convencernos de que no somos suficientes. Es normal que suceda en una sociedad que, para sentirse en la cima, tratan de bajar a los que se encuentran en ella. Pero la verdad es esta: siempre seremos suficientes, las mejores y más completas. Y cuando lo creamos de verdad, todo cambiará. Porque el amor que tanto buscamos afuera, siempre estuvo aquí, esperando a que lo reconozcamos. Dentro de nosotras.
Eres una reina: ponte tu corona.