En una vida tan ajetreada, es inevitable no sentirse presionados, esta sensación se intensifica cuando complacemos a los demás, puede que sea por trabajo, en el ámbito social o con las personas que comparten con nosotros, nuestra necesidad de ser aceptados nos lleva a decir “sí” a todo, cuando la verdad es, que por dentro
Desde pequeños nos enseñan que no es bueno, decir que no, porque seriamos clasificado como egoístas, pero, ya mayores comprendemos que decir que no es una manera sencilla de cuidar de nosotros, decimos si casi todo el tiempo, y son pocas las veces que un no, puede salvarnos de compromisos no deseados, de un estrés innecesario, y aunque el agotamiento es inevitable, sentirnos resentidos puede ser una sensación pasajera, un ejemplo que siempre rememoro para incomodar a mis hijos, es de cuando fuimos de vacaciones al campo, cada uno tenía una actividad con una carga de responsabilidad, mi hija la mayor de las hembras cargo de trabajo excesivo a la pequeña, está por querer ayudar no midió la carga de trabajo, al asumir una caga extra de trabajo, una que no te corresponde más la que tenía asignada, para ella fue inevitable no sentirse agobiada, al final del día, mi pequeña hija se estresó a tal grado que su llanto conmovió hasta a los animales, se sentía tan mal que al día siguiente decidió irse con sus tías, años después, regresamos al campo, aunque con otra mentalidad, mi hija aprendió a decir que no, al hacerlo protegió su tiempo y su energía, realizo sus trabajos y al final del día tenía el agotamiento del trabajo realizado con éxito y reía de emoción por estar al aire libre
Ahora que debemos saber, lo primero es reconocer nuestras necesidades antes de precipitarnos y responder que “no” a todo, ejemplo yo soy una persona de cincuenta y cuatro años, al cual ya a las nueve de la noche, está durmiendo, por esto no tomo o asumo, responsabilidades, obligaciones o compromisos que sean cercanas a la hora de dormir, por eso los cumpleaños en casa son antes de las ocho para no tener que rechazar invitaciones y mucho menos quedar mal con nadie.

Al decir no, siempre se lo digo a mis hijas, se hace de forma respetuosa, yo suelo decir: —gracias me encantaría ir o compartir, pero, no puedo asistir, será para la próxima —¿por qué lo hago de esta manera?, pues evito caer mal, y sostengo que, si tenía interés de salir, por otro lado, cuando es cuestión de ayudar a alguien sin comprometerse de un todo, nunca se rechaza la invitación, solo pospones los encuentros, esta estrategia muestra tus intereses, pero, marcas tus límites. Cuando dices que #no, colocas por encima de todas las cosas tus prioridades, no debemos sentir culpa por rechazar una solicitud, hay que recordar que primero está nuestra tranquilidad y que merecemos tomarnos un descanso de vez en cuando.
Decir que no tiene una carga que va más allá de la lingüística y todas las ramas de la lengua, el “no”, tiene un poder que influye como protector del bienestar emocional y físico, aprendamos a decir que no y más cuando sabemos que nos ocupan porque necesitan de nosotros, no debemos sentirnos culpables, aprendamos de la experiencia y más si somos de los que estamos de los que damos y para nosotros nadie está, primero cuidamos de nosotros, de nuestra calma, para luego ser y estar para los demás, cuando acaban las veinticuatro horas del día comprendemos, que muchas veces un simple no o uno con carga suficiente de emociones e intenciones, pueden abrirnos las puertas a nuevas oportunidades y enseñarnos que a veces un no, puede ser la mejor respuesta las situaciones que se nos presentan.

Di "No", Sin Culpas...
@ilvecchio-jo
· 2025-09-01 20:05
· Holos&Lotus
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