Impotencia nos Abriga

Un sentimiento del cual poco hablamos, pero, todos en algún instante de nuestras vidas lo hemos experimentado, es una sensación abrumadora, esa sensación de no poder controlar la situación que acontece, y nos encontramos acorralados entre la frustración y el dolor, la impotencia puede manifestarse de muchas formas, en el trabajo cuando sentimos que no somos escuchados, en alguna relación personal cuando tratamos por todos los medios de comunicarnos, pero, cada esfuerzo parece en vano; en los momentos de crisis la impotencia nos abriga al pensar que los problemas que se nos presentan son insuperables, y si no podemos con lo que acontece, lo primero y lo más importante que tenemos que hacer es reconocer que tenemos o estamos pasando por un momento de impotencia. Este sentimiento ahogador, en un principio suele ser útil, pero se siente muy feo, primero el nudo en la garganta, luego un dolor inexplicable en el estómago, una presión constante en la cabeza, esto es solo al inicio, pero son los síntomas físicos, resultado de las señales que manda la mente para decir que está luchando con emociones que no podemos explicar o expresar, cuando este sentimiento se apodera de nosotros, sentimos que nuestra cordura toma las maletas y se marcha, nos sentimos atrapados entre la espada y la pared, perdemos la perspectiva y dejamos que la desesperanza se acomode en nuestras vidas y nos consuma. Les pongo un ejemplo mi madre es una persona mayor, tiene meses intentando aprender a usar una Tablet, pero los distintos dispositivo tecnológico le están dando batalla, cosa natural cuando tenemos en las manos algo nuevo y desconocido, pero se siente abrumada por la complejidad de estos aparatos y no puede obtener la ayuda necesaria, aunque todos hemos tratado de explicarle, esto la lleva a una sensación de impotencia frente a la modernidad, a tal punto que se niega a tocar estos aparatos.  Saben, el primer paso y el más importante es reconocer que la impotencia es un estado emocional, por ende, cuando creemos que solo está en nuestra cabeza, estamos muy equivocados, pues tiene un fuerte impacto en nuestro cuerpo, los dolores de cabeza al igual que los musculares comienzan como un simple dolor y se van intensificando, a tal punto que son insoportables, para quienes pensaron que las emociones se quedan en la mente, sí, se quedan en la mente, pero duelen o se manifiestan con malestares en el cuerpo, un ejemplo sencillo es el estrés, este afecta en como nosotros funcionamos en nuestro día a día, pasamos de activos a apagados o apáticos. Entendamos que vivir con impotencia, no es sinónimo que debemos resignarnos a que ella haga parte de nuestros días, se puede sanar, el proceso es lento, pero, no imposible, el primer punto es aceptar lo que sentimos y entendemos, es normal la impotencia cuando se está pasando por ciertas situaciones, es aquí donde la autocompasión sirve de mucho, pues nos permite sentir sin juzgarnos, saben, conversar con un amigo o conocido puede ser liberador, compartir nuestras luchas internas nos abre puertas nuevas, observamos otra perspectiva y vemos soluciones donde solo veíamos caos, es momento de vivir el presente, al hacerlo le restamos fuerza y energía a la impotencia; meditar y hacer ejercicios de respiración resultan ser herramientas que reconectan nuestro cerebro, relajan el cuerpo y calman la mente. Metas pequeñas y alcanzables ayudan a recuperar el control de las cosas, y a ver que a pesar del caos todo tiene solución y al solucionar ganamos una batalla, y esta nos sirve para reconstruir la confianza que una vez desahuciamos, tengamos presente algo, y digo tengamos porque a mi edad se me suele olvidar, la impotencia es una experiencia humana, duele, y duele muy feo, pero sirve como catalizador del crecimiento personal, nuestro trabajo es conocerla, aceptarla y buscar métodos para sanarla, sanar será difícil, pero no imposible, cada paso hacia delante es un paso hacia la paz, aunque se esté en medio del caos, la #vida tiene altos y bajos, debemos aprender que las emociones negativas son valiosas, hay que experimentarlas, pero no vivir con ellas arrastras.