Hoy amanecí con unas ganas tremendas de tomarme un café frío. No sé si fue el calor, o simplemente ese antojo que aparece de repente y se mete en la cabeza hasta que uno le hace caso. El detalle es que no puedo salir de casa, porque hoy me toca aprovechar la luz eléctrica para cocinar y lavar, esas tareas que no esperan. Así que pensé: ¿y si me preparo mi propio café frío, pero que sea lo más saludable posible?

Manos a la obra.

No tengo máquina de expreso (qué más quisiera yo), pero sí mi fiel cafetera italiana, que nunca me falla cuando quiero un café fuerte. Así que puse el agua, el café molido y esperé ese sonido burbujeante que tanto me gusta, como un aviso de que ya casi viene el premio.

Mientras tanto, fui preparando mi taza de cristal favorita. Esa que siempre me hace sentir que el café sabe distinto, aunque sea la misma receta. Primero añadí miel, un toque natural para endulzar. Después, unos hielos improvisados (hubiera estado mejor en cubitos, si lo hubiese pensado con tiempo). Luego llegó el momento del café caliente y oscuro, que al chocar con el hielo empezó a soltar ese aroma inconfundible.

Por último, coroné con leche. Y así, sin mucha ciencia, nació mi propio iced honey latte casero.

El resultado me encantó. Refrescante, suave, con ese dulzor ligero de la miel que no empalaga y el carácter intenso del café que preparé en la moka. Una mezcla sencilla, pero perfecta para darle un respiro a la rutina.

Me hizo pensar que a veces no hace falta salir a buscar afuera lo que podemos crear en casa con lo que tenemos a mano. Solo un poquito de ganas, imaginación, y la disposición de regalarnos algo bonito en medio de un día lleno de pendientes.

Y sí, entre ropa tendida y ollas en el fuego, me regalé un momento solo mío: una taza fría de café con miel, que me supo a calma y a pequeño placer de domingo.

English Version

This morning I woke up with a huge craving for an iced coffee. I don’t know if it was the heat, or just one of those sudden cravings that gets stuck in your head until you finally give in. The thing is, I couldn’t leave the house today, because I needed to make the most of the electricity to cook and do laundry, chores that don’t wait. So I thought: what if I make my own iced coffee, but as healthy as possible?

Hands on.

I don’t have an espresso machine (oh, how I wish I did), but I do have my trusty moka pot, which never fails me when I want a strong brew. So I filled it up, added the ground coffee, and waited for that bubbling sound I love so much, the signal that the reward is almost ready.

In the meantime, I got my favorite glass mug ready. The one that always makes me feel coffee tastes different, even if it’s the same recipe. First, I added honey, a natural touch of sweetness. Then, some improvised ice (it would’ve been better as cubes, if I had thought ahead). Next came the hot, dark coffee, which hit the ice releasing that unmistakable aroma. Finally, a pour of milk on top. And just like that, without much fuss, my own homemade iced honey latte was born.

The result? I loved it. Refreshing, smooth, with that gentle sweetness from honey that doesn’t overwhelm, and the bold character of the coffee I brewed in the moka. A simple mix, yet perfect to give a little pause to my routine. It made me realize that sometimes we don’t need to go out and search for something we can create right at home with what we already have. All it takes is a bit of will, a spark of imagination, and the intention of treating ourselves to something nice in the middle of a busy day.

And yes, between laundry and pots on the stove, I gifted myself a moment just for me: a chilled glass of coffee with honey that tasted like calmness, and like the simple joy of a Sunday… even if today isn’t Sunday.

Source:

The cover was made on Canva.
All the photos are taken and edited by me on Snapseed.
English is not my native language, I apologize if you find any mistakes in the translation.
Translated with DeepL.com (free version)

Mi propio café con miel frío [ESP-ENG]

English Version