There are small things in life that have an immense power to make us feel good, and for me one of them is coming home and finding my two dogs waiting for me. It doesn’t matter if I’ve been away for ten minutes or several hours, they always welcome me as if they had been waiting for a lifetime. That kind of pure, overflowing joy is something that, honestly, is hard to find in a human being.

After the greeting full of jumps, licks, and wagging tails, comes the routine of taking them out in front of the house. That’s when the show begins with my little dog Chiqui, who suddenly turns into a furry whirlwind: she runs non-stop, spins around, rolls in the sand, and ends up completely exhausted, lying on the ground as if she had just run a marathon. Another one of her favorite “hobbies” is chasing cats… until they calmly climb up a tree and look down at her with that face that says, “Was that it?”. Meanwhile, she stays below, panting, watching them closely as if she could climb up any second. I always think: if she ever tries it, I’ll definitely have to applaud her achievement.

On the other hand, there’s Mordelón, my calm boy. He prefers the sun, lying down to look outside as if he were the official neighborhood watch, and barking from time to time at whoever walks by, just to make it clear that he’s in charge. Of course, his peace ends whenever Chiqui decides to bother him, because even though he wants no trouble, she seems to have a master’s degree in annoying her doggy brother. And oh, what patience Mordelón has!

At the end of the day, they’re the ones who fill my routines with laughter, affection, and unexpected moments. They can be mischievous, noisy, and even exhausting, but the truth is I can’t imagine my life without their company, which reminds me every day of what simple, genuine happiness really means.

Because in the end, if pets have something special, it’s that unique ability to give us unconditional love and remind us that joy hides in the simplest things: a run in the sand, a nap in the sun, or simply the excitement of seeing us come back home.

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Hay pequeñas cosas en la vida que tienen un poder inmenso para hacernos sentir bien, y para mí una de ellas es llegar a casa y encontrarme con mis dos perros. No importa si he estado fuera diez minutos o varias horas, ellos siempre me reciben como si hubieran esperado toda una eternidad. Esa alegría tan pura y desbordante es algo que, siendo sincera, pocas veces se encuentra en un ser humano.

Después del saludo lleno de saltos, lamidas y movimientos de cola, viene la rutina de sacarlos al frente de la casa a hacer sus necesidades. Es ahí cuando empieza el show de mi perrita Chiqui, que de pronto se convierte en un torbellino peludo: corre sin parar, da vueltas, se revuelca en la arena y termina sofocada, tumbada como si hubiera corrido una maratón. Otro de sus “hobbies” favoritos es perseguir a los gatos… hasta que ellos, muy tranquilos, se trepan a un árbol y la miran desde arriba con cara de “¿eso era todo?”. Ella abajo, jadeando, los vigila como si en cualquier momento pudiera escalar también. Yo siempre pienso: si algún día lo intenta, ahí sí que me tocará aplaudirle por la hazaña.

Por otro lado, está Mordelón, mi niño tranquilo. Él prefiere el sol, echarse a mirar hacia afuera como si vigilara el vecindario, y ladrar de vez en cuando a cualquiera que pase por la acera, sólo para dejar claro que él es el guardián oficial de la cuadra. Eso sí, la calma se le acaba cuando Chiqui decide molestarlo, porque aunque él no quiere problemas, ella parece tener un máster en fastidiar a su hermano perruno. ¡Y qué paciencia la de Mordelón!

Al final del día, ellos son quienes llenan mis rutinas de risas, cariño y momentos inesperados. Pueden ser traviesos, ruidosos y hasta agotadores, pero la verdad es que no imagino mi vida sin esa compañía que me recuerda a diario lo que significa la alegría simple y genuina.

Porque al final, si algo tienen las mascotas, es esa capacidad única de regalarnos amor sin condiciones y de recordarnos que la felicidad se esconde en lo más sencillo: una carrera en la arena, una siesta al sol, o simplemente la emoción de vernos regresar a casa.

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The cover was made on Canva.
All the photos are taken and edited by me on Snapseed.
English is not my native language, I apologize if you find any mistakes in the translation.
Translated with DeepL.com (free version)

The Happiness of Coming Home [ENG-ESP]

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