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Con los pies descalzos y el sombrero de yarey hundido hasta las cejas, Jivano se acercó a su padre, quien se balanceaba en la hamaca de yagua.
-Padre, ¿Quién me puso mi nombre?
El hombre dejó de mecerse. Sus ojos, oscuros como almendras, se posaron en el muchacho. Un silencio denso, cargado de memoria, se extendió entre ellos antes de que respondiera:
-Tu madre. Antes de morir ella pidió que te pusieran así. Era el nombre de su padre.
Jivano sintió el peso de esas palabras. No es solo un nombre; es un legado, un hilo que lo une a una historia más grande que él mismo. Es eslabón de una mezcla poderosa: sangre indígena y africana corriendo juntas por las venas, resistiendo, floreciendo. Jivano, tiene que aprender a salvar el fuego, rompeiendo con la maldición de la repentina sequía.
-Cuando naciste, continuó su padre, tu madre te dijo el nombre tres veces al oído. Para que nunca perdieras esa mirada brillante que reúne todas las energías de los antepasados.
Jivano asintió. Sabe que su nombre es más que un sonido; es un llamado. En el batey, la gente lo busca cuando necesitan agua. Con un alambre atado a la cintura, camina lentamente hasta que las puntas se imantan señalando el lugar exacto donde cavar. Sin embargo su pozo se ha convertido en un túnel oscuro, infértil.
Luego de la converssción escogió un lugar del lado que sale el sol. Hundió la pala en la tierra, una y otra vez, hasta que, al caer la tarde, se ve su sombrero como un círculo diminuto en la profundidad. Nadie le ha dicho aún que Jivano, su abuelo, fue el jefe de la tribu, el rey de las aguas dulces. Tal vez no hace falta. En el descenso siente aroma a tabaco envolviéndolo como un manto. Le llegan los cantos, primero como susurros, luego como si le naciera esperanza a la tierra.
Cada mañana, Jivano mira al horizonte, besa el suelo mientras riega agua en cruz y, en ese ritual silencioso, encuentra respuestas.
Relato inspirado en mi hermano mayor
Gracias por visitar mi blog. Soy crítica de arte, investigadora social y amante de la cocina. Te invito a conocer más de mí, de mi país y de mis letras.Texto de mi autoría, fotografía de Adonis Acosta, mi representado
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